Ciudades de viejos
La firma de opinión del director de la Tribuna de Ciudad Real, Diego Murillo

La opinión 5 diciembre del director de la Tribuna de Ciudad Real, Diego Murillo
02:06
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Ciudad Real
Hoy he tenido un sueño. Algo desagradable, la verdad. A las puertas de la Navidad, las ciudades se engalanan con sus mejores luces; unas más que otras; los encendidos navideños se suceden con pistoletazos de salida a modo triunfal -dicen que en la capital ha sido todo un éxito, se conforman con poco- para revivir la magia con los más pequeños. En ese sueño, las luces seguían brillando tanto como años atrás. Pero en sus calles ya no había buzones ni pajes que recogieran las ilusiones de los niños para entregar las cartas a los Reyes o a Papa Noel; la visión del sueño era gente mayor, era como una ciudad de viejos; funerales por doquier; ciudadanos adultos paseando perros u otro tipo de mascotas; ningún carro de bebés; los periódicos ya no abrían sus portadas con el primer nacimiento del año. No había tampoco Cabalgata de Reyes. En definitiva, era una ciudad sin niños. Era una Navidad de adultos, comercial.
España había cambiado la tendencia desde hace años. Más fallecimientos que nacimientos. Más perros que niños menores de 14 años. En la provincia de Ciudad Real, ese paradigma llegó hasta el punto de que muchas localidades se abandonaban por falta de generaciones. Se incentivaban planes de empleo en el ámbito rural, se luchaba por la despoblación, pero se continuaba sin haber nacimientos. La Navidad se había convertido en un recuerdo infantil. Desperté y vi que solo era un sueño. Pero a medias. Porque el Instituto Nacional de Estadística (INE) dibuja cada poco tiempo un futuro parecido. Justo hace una semana nos volvió a recordar esa tendencia. No existe una estrategia para impulsar la natalidad y las ayudas a las familias numerosas son testimoniales. Más allá de miradas pesimistas o visionarias, la realidad es demoledora. No existen políticas encaminadas a asegurar un relevo generacional. De momento, disfrutemos con y como niños estas Navidades. Y ojalá que esas ciudades de viejos sean solo un sueño.