El veneno salvaje del amanecer se sirve en "La Zona", el after por excelencia de Puertollano
"Bares, qué lugares" nos lleva a la década de los noventa, un tiempo prácticamente sin hora límite, menos controles de ruido y alcoholemia y locales para empalmar la noche con el día
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La Zona de Puertollano, con Miguel Ángel Lillo y su montura dando la bienvenida / Lillote
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Puertollano
Hay un momento, o debería al menos, en la vida de toda mujer y todo hombre en la que nos quitamos de los amaneceres. No cogemos a tiempo ninguno. La mala vida de las largas noches nos lo impiden. Un tiempo en el que cuando el sol asoma por el este, ya saben, una generación entera se acaba de meter en la cama, solos o en compañía
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Fiesta de disfraces, o quizá no, en La Zona. ¿Reconocen a alguien? Seguro que sí
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Fiesta de disfraces, o quizá no, en La Zona. ¿Reconocen a alguien? Seguro que sí
Pero eso no fue siempre así. En la década de los 90, finisecular, salvaje y terminal, todavía no era así. La juerga empezaba cuando empezase, y podía terminar a media mañana. Non stop. Y había garitos para ello. Hablamos, claro, de los after
En Puertollano hubo muchos. Seguramente, no todos lo eran todo el tiempo, algunos eran discotecas en las que el cierre se demoraba, otros bares canallas que abrían pronto para dar cobijo a la marea humana para la que el amanecer, ese ultraje que incendia las ventanas, llegaba demasiado temprano como para recogerse
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La Zona, vacía antes de la tormenta, demasiado limpia para ser justo después de ella
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La Zona, vacía antes de la tormenta, demasiado limpia para ser justo después de ella
Pero también había after-hour con todas las letras. Garitos para los bareros que cerraban sus propios antros. Refugios seguros para tribus urbanas. Lugares en los que el vicio estaba más en el lado de la norma que en el de la excepción. Y entre todos ellos, reinaba "La Zona"
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Logo de La Zona
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Logo de La Zona
Para los que no tuvieron la suerte de vivirla, "La Zona" aguardaba su turno en la calle Velázquez, una de las perpendiculares de la calle Numancia, la arteria principal de la sangre oscura de la noche minera. No abría pronto, no, y cerraba de día. Siempre. Zona abrió sus puertas en 1986, de la mano del recordado "Canito" y de Kike Maca, pero vivió su etapa de esplendor de la mano de Miguel Ángel Lillo, dotando al local de un carácter underground, proteico, ecléctico y motero, tolerante con las perversiones más divertidas y con una ley a medio camino entre la jungla y el wild west. Un after, en suma, inolvidable por su rollo, sus DJ´s con el gran "Percha" a la cabeza, sus fiestas, su lado salvaje, su Lou Reed
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Miguel Ángel Lillo y una de sus motos fluoradas
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Miguel Ángel Lillo y una de sus motos fluoradas
La Zona surcó la década todavía en pesetas de los 90, triunfal e indiscutida hasta los últimos años del siglo, que poco a poco fueron estrecharon algunos de los laxos márgenes de entonces, con cada vez más controles, y noches menos ruidosas y noches menos eternas. En 1998, Lillo la traspasó. No llegó a cumplir un año más. Su historia es la crónica de una era que vivieron en primera persona Diego Rodríguez, rey de las Ocas, y a la que alguna vez también se asomó Carlos Lanza. Ellos son los maestros de ceremonia de un "Bares, qué lugares" que en La Zona está abierto hasta el amanecer
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Bares, qué lugares/ Pasarse la noche al amanecer en "La Zona"
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Mario Carrero
Es filólogo hispánico por la UCLM y licenciado en Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid....