"Te llamaremos dentro de cuarenta años": la insólita respuesta a una demandante de vivienda social en Canarias

Santa Cruz de La Palma

Ithaisa Hernández lleva un año viviendo la pesadilla de buscar una vivienda digna para ella y su hijo. Los precios desorbitados del alquiler se suman a la escasez de vivienda pública, dando lugar a situaciones insólitas como la que vivió en las oficinas de la empresa Viviendas Sociales de Canarias (VISOCAN), a la que acudió en busca de ayuda desesperada. "Te apunto en la lista y tal vez te llamen dentro de cuarenta años", le dijo la persona que la atendió en las oficinas de la empresa de vivienda protegida. "Lloré cuando salí por la puerta", explica Ithaisa, cansada de recibir negativas y ofertas totalmente inasumibles para los salarios que se pagan en Canarias. Su problema lo tienen también la mayoría de trabajadores del Archipiélago cuyo salario es insuficiente para pagar un alquiler y vivir dignamente. "Al tener un contrato de trabajo, no cumplo con las condiciones para acceder a una vivienda social", lamenta Ithaisa. Es la paradoja de los trabajadores pobres.

Todas las llamadas que realiza Ithaisa acaban igual: no hay casa para tanta gente. Busca en aplicaciones móviles, portales web, amigos e incluso puerta a puerta. "He llegado a recorrer los pueblos casa por casa para encontrar algo, he llamado a organizaciones, y nada", no hay ninguna vivienda a un precio asequible. A la escasez de vivienda que existe en Canarias se suma la peculiaridad de la isla de La Palma, donde la erupción volcánica arrasó con 1.500 hogares en el año 2021. Desde entonces, el mercado se ha tensionado de un modo totalmente desconocido, provocando una crisis habitacional sin precedentes.

Seis meses con su vida entera en una plaza de garaje

La familia de Ithaisa perdió su vivienda durante el volcán, y aunque ella no fue afectada directa, si lo fue de forma indirecta. El propietario de la vivienda en la que residía antes de la erupción decidió echarla para venderla ante el lucrativo negocio que se presentó cuando las escasas viviendas empezaron a ser altamente demandadas. "Me tuve que ir a la calle, estuve seis meses viviendo con mi hermana en su habitación", explica Ithaisa, que desde entonces no ha podido normalizar su vida. No es un caso aislado, es el tema del que habla todo el mundo en cada rincón del Archipiélago: salarios bajos y pocas casa. Aquí no hay quien viva.

"Tenía toda mi vida en una plaza de garaje, a la hora de buscar cualquier cosa te dabas cuenta de que no tenías ni siquiera privacidad. No era un trastero, sino una plaza de garaje", explica Ithaisa, que es el ejemplo de las familias que desde el año 2021 viven separadas, alojadas en casas de amigos y familiares cuyos entornos nunca han vuelto a ser lo que fueron. "Mi hermana y mi padre perdieron su vivienda y las fincas, yo perdí mi trabajo. La gente está desesperada por buscar una casa mi arrendador decidió vender", así es como empezó una odisea que parece no tener fin.

"No se admiten hijos": la nueva modalidad de alquiler indigno

Es difícil encontrar una vivienda, pero mucho más difícil si tienes mascota o incluso hijos menores de edad. En una ocasión, un propietario del barrio de Amagar se negó a alquilarle su vivienda por tener un hijo. "Quedamos para ver la casa, estaba todo perfecto, hasta que me preguntó por la edad de mi hijo, que tiene dieciséis años", explica. "Al saber la edad de mi hijo no me alquila, por miedo a que deje de pagarle el alquiler y luego no me pueda echar", añade. Este tipo de situaciones rocambolescas se dan constantemente en un mercado tensionado y descontrolado, donde no existen reglas distintas a las de la selva.

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La única oferta viable que ha recibido Ithaisa en estos meses es una vivienda de emergencia, propiedad de la entidad Provivienda, donde tendría que convivir con unas seis personas desconocidas y compartir con ellos espacios comunes. Aunque agradece la oferta, en este tipo de recursos no aceptan mascotas como la suya, un cachorro considerado de "raza peligrosa", una etiqueta cuestionada incluso por los profesionales de la veterinaria. "Entiendo que una mascota puede ser una molestia, pero en mi caso, es la única razón que me hace salir a la calle y seguir adelante", dice Ithaisa visiblemente emocionada.