Los problemas de los canarios

Santa Cruz de Tenerife

Lo de la distribución de los menores migrantes no acompañados que llegan a las Islas empieza a parecer una completa tomadura de pelo. Ni el PP hay hecho absolutamente nada por facilitarla en año y medio, ni en el PSOE tienen ninguna prisa por hacer de este país un territorio justo y solidario. Cada día queda más claro que el Gobierno de España se maneja como hacen los grandes empresarios. Y eso quiere decir: a golpe de talonario. “Tanto tienes, tanto vales”. Y la moneda oficial es el escaño. 7 diputados le han valido a Junts una amnistía. 7 diputados de Junts (más otros 7 de Esquerra) van a permitir una condonación de 18.000 millones de euros, a uno de los territorios más ricos de España. Y 7 diputados van a servirle a Cataluña para controlar quién entra y quien sale de sus fronteras.

En este escenario de ricos y pobres Canarias ni cotiza. Porque con una sola diputada chillando en solitario (aunque aquí en realidad elegimos 15) ni nos miran a la cara. Canarias es como ese pobre desgraciado al que no dejan entrar en ninguna parte... Ese tipo con cholas y bañador al que los grandes partidos estatales jamás invitarán a su mesa. Lo peor no es el desprecio. Lo peor es asistir cada día a la función teatral de un debate estéril que no nos arregla absolutamente nada. Y como muestra un botón: Ángel Víctor Torres y Manuel Domínguez se enzarzan en la enésima discusión.

Mientras PSOE y PP siguen comprando tiempo, Coalición se desespera... Y lo que de verdad nos preguntamos los canarios de a pie es cuándo demonios se va a sentar alguien a resolver nuestros problemas; el primero, la vivienda. Pablo Rodríguez -que cada cierto tiempo al escenario con promesas- ha vuelto a mostrarse partidario de limitar la compra de pisos a los no residentes. El gran “pero” de lo que dice el consejero es que “obras son amores y no buenas razones”.

Y a estas alturas de la vida, ya estamos todos un poquito cansados de promesas incumplidas. Hablemos de inmigración o hablemos de vivienda. A ver si la quema de la sardina marca, esta vez sí, un cambio de tendencia.

Con lo que no podemos más, es con nuevas penitencias

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