Sobre la espera del PP
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El enfoque de Francisco Pomares: sobre la espera del PP
El Partido Popular ha perfeccionado el arte político de la inacción. ¿Para qué ensuciarse las manos con propuestas concretas si basta con esperar a que Pedro Sánchez tropiece él solo y se derrumbe? La dirección nacional del PP, con la parsimonia de quien ve una serie de Netflix en bucle, afronta la legislatura en la cola del súper: sin prisas, sin nervios, y con la certeza de que, tarde o temprano, le llegará su turno.
Ahora nos dicen que el equipo de Feijóo siempre creyó que la legislatura iba a ser larga. Por eso siguen esperando acontecimientos, mientras se sirven café en los maitines de Génova, consultan el parte meteorológico y ven caer las hojas de los árboles en otoño. Mientras, no dejan pasar la ocasión de repetir que Sánchez está en las últimas: el PP ya ha declarado la defunción política del superviviente en tantas ocasiones, que parece que se refieren a uno de esos personajes de tebeo que resucita en cada colorín nuevo. Cada vez que creen haberlo enterrado, el tipo vuelve más decidido a demostrar de lo que es capaz un hombre enamorado.
El PP se ha aferrado -como si fuera a la última cocacola del desierto- a una estrategia de regate largo, que en términos prácticos lo que significa es no hacer absolutamente nada, pero con un aire de calculada sofisticación. Es, de hecho, una costumbre del PP, que evoca los años de inmovilismo durante los gobiernos de Rajoy, cuando la izquierda levantisca amagaba con asaltar el Congreso, como una furia trumpista desatada, y los indepes incendiaban Cataluña, y Rajoy hacía como que aquí no pasaba nada. La máxima expresión de ese ‘esperar a ver que ocurre’ fue la del acuartelamiento del presidente Rajoy y los suyos en un restaurante cercano a San Jerónimo, mientras Sánchez y su tropa negociaban aquella censura que tenía que servir para poder convocar inmediatamente elecciones y acabar de una vez por todas con la mamandurria y la indecencia en la política española. Era entonces el país de Gurtel, del jarabe democrático, la casta y los escraches. Hoy es otro país muy diferente, pero el PP sigue siendo exactamente el mismo PP. Igual de dividido, igual de quieto, igual de asustado.