Sociedad

La Casa Esperanza, único centro especializado en la atención de personas alcohólicas en Canarias, echa el cierre

La comunidad terapéutica, gestionada por Cáritas, despide a los últimos residentes de la casa. | La entidad social argumenta la falta de fondos para rediseñar el proyecto en la sede central de Escaleritas

Cierre de la Casa Esperanza, único centro especializado en Canarias para las personas con problemas con el alcohol

Cierre de la Casa Esperanza, único centro especializado en Canarias para las personas con problemas con el alcohol

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Las Palmas de Gran Canaria

La Casa Esperanza, ubicada en el precioso enclave del Valle de Agaete en Gran Canaria, cierra sus puertas después de treinta y tres años de servicio social. Esta comunidad terapéutica, única en Canarias para tratar la adicción al alcohol, llevaba en funcionamiento desde 1991, pero este trece de diciembre dice adiós a sus últimos veinticuatro residentes. Se calcula que este centro ha podido atender a más de 1.500 personas en esta trayectoria con un equipo multidisciplinar de monitores, trabajadores sociales, cocineras, psicólogos y voluntarios. Su misión ha sido siempre la de ayudar a todo tipo de personas y contextos familiares a superar esa dependencia al alcohol, fundamentando su acción en la atención y rehabilitación, bajo un trabajo de acogida, la propia comunidad terapéutica y el seguimiento posterior con especialistas.

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Sin embargo, a pesar de esta dilatada experiencia, Cáritas ha decidido poner punto y final a este recurso por falta de financiación. Caya Suárez, su secretaria general, explicó hace unas semanas en la Cadena Ser que "esta situación viene de hace varios años y, por supuesto, que hemos mantenido conversaciones con las distintas administraciones públicas para intentar que asuman un incremento de las subvenciones. Ante su incapacidad, lo que tenemos que hacer es que, con el dinero que contamos, ver cómo podemos seguir trabajando para las personas". En total, 200.000 euros han marcado la diferencia para no seguir adelante, añadidos a unos graves problemas estructurales de la casa, como es la falta de accesibilidad y de agua potable que, según algunos líderes políticos, podrían haber sido solucionados si hubiera habido voluntad política. A pesar de este escollo, administraciones como la consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias y la consejería de Bienestar Social del Cabildo de Gran Canaria han tenido diferentes reuniones con la entidad social para buscar una solución que, finalmente, no ha llegado.

"Casa Esperanza ha sido lo mejor que pude encontrar en mi vida"

Los residentes que terminan su etapa y ex residentes de la Casa han tenido esta semana su despedida oficial en un acto muy íntimo y lleno de emoción y tristeza a partes iguales, para despedir a la comunidad y a los trabajadores. En micrófonos de la Cadena Ser, algunos de ellos nos han contado lo que ha significado esta experiencia: "De estar en la calle malviviendo, tirado y sin nada a lo que recurrir, lo ha sido todo. Tengo una nueva vida", nos decía Manuel. Mientras que Sonia explicaba su trayectoria hasta llegar y lo que ha significado esos cinco meses de tratamiento: "Ya había estado dos veces en centros ambulatorios de día y cada vez iba a peor. La Casa ha sido un renacer, ya que entré como una última oportunidad, que tengo 59 años y mi hija me dio por imposible. Además, tengo estudios universitarios e iba a perder mi trabajo. Necesitaba un tratamiento más intenso que un centro ambulatorio y si no lo conseguía iba a enfermar y bebiendo más y más hasta quitarme la vida. Yo bebía una botella de ron por la tarde y por la mañana iba a trabajar con la resaca".

Este centro ha contado con usuarios de todo el archipiélago, como Juana, que contaba cómo tuvo que venir hace años desde La Gomera para recuperar su vida o Antonio, que "vine desde Fuerteventura, trabajaba en la hostelería y estaba afectado por el alcohol. Casa Esperanza ha sido lo mejor que pude encontrar en mi vida. Me encontré a mí mismo y recuperé a mi familia".

Con el cierre, siete trabajadores que llevaban más de veinte años trabajando en la casa, se van a la calle y, lo que es peor, supone la supresión del servicio a las más de doscientas personas que son atendidas, entre personas con problemas de adicción, familiares y ex residentes, además la privación de la oportunidad de acceder a las más de veinte personas que se encuentran en lista de espera, y a la extinción del vínculo afectivo que las personas exresidentes mantienen una vez concluido su proceso con la Casa, así como el de las personas voluntarias que prestan su tiempo y dedicación a favor de las personas atendidas.

"El proyecto no se merece que se cierre de esta manera"

Sendi, monitor desde casi los inicios de la comunidad explica que "nunca ha sido un trabajo al uso, ha sido una manera de vivir. Esta Casa para mí ha supuesto una manera diferente de sentir con la gente. Es compartir y acompañar a la gente, me llevo un bagaje vital grandísimo. Aquí se genera el sentimiento de una familia, además del trabajo profesional que llevamos a cabo. acompañando un proceso vital", y el cierre "es muy duro, me duele mucho. El proyecto no se merece que se cierre de esa manera. Esto tenía que seguir funcionando mucho más porque hay gente que probablemente todavía no lo sepa, dentro un tiempo tendrá la necesidad de un centro como este. Se cierra una puerta para que la gente pueda recuperarse".

Meri, la cocinera que lleva trabajando 29 años, dando el desayuno, comidas y cenas a cientos de personas en este años, cuenta que "es una tristeza muy grande, un sinvivir. Soy vecina de Agaete, me he criado en esta Casa y no es lo mismo un centro de día que esto, sobre todo para gente que no tiene recursos y no tiene donde ir".

Las psicólogas Vanessa y Carmen consideran que "es una pérdida de oportunidades para gente que se podía recuperar de la manera que lo hemos hecho aquí y que ha funcionado" y sienten enfado y desilusión, ya que se "cierra uno de los recursos más importantes a nivel de cosecha en drogodependencia".

A pesar de los diferentes paros en sus trabajos, manifestaciones por las calles de Las Palmas de Gran Canaria y Agaete y sus entrevistas a medios, ha sido imposible evitar un cierre, que no por esperado les deja de doler.

Cáritas propone ahora un nuevo modelo para el Proyecto Esperanza con un centro ambulatorio en los Servicios Generales de Cáritas Diocesana de Canarias, en Las Palmas de Gran Canaria. Así, el Valle de Agaete despide este trece de diciembre a un servicio social único en la islas.

(Todos los nombres utilizados en este artículo sobre los ex residentes y residentes de Casa Esperanza son ficticios)

 
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