Mucho ruido
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Formo parte de los militantes del piche hartos del ruido de y en este país. Del ruido procedente del tubo de escape libre que son las bocas de nuestros políticos, entrenados y entregados a la misión de proferir el mayor y más ingenioso de los insultos a sus rivales y así recibir la caricia casi con la condición de perruna por parte del amo, o sea del jefe de filas de su formación.
La política se ha convertido en el imperio de los decibelios, pero también en esa formación de los militantes del piche, compartimos opinión y cabreo diario los que estamos hartos del otro ruido. De ese que engloba a diversas actividades que quedan comprendidas dentro de lo que se llama la contaminación acústica.
Vaya paradoja la de estos tiempos. Se reúne el G-7 para dirigir los destinos de la humanidad, se reúnen en los Himalayas de la política los países para sacarse la foto de la lucha contra el cambio climático, se reúnen en concierto los nostálgicos seguidores de Hombres G, pero no existe un solo municipio en el que una corporación persista en la decidida voluntad, ya no de acabar, sino la de al menos mitigar el ruido que impacta en nuestra salud en pueblos o municipios.
La política actual, en general, está preñada de ocurrencias mil, pero a nadie se le ocurre descender al piche para iniciar campañas contra la contaminación acústica.
Salvamos, y bien que está, a la pardela chica de la contaminación lumínica, pero no hay ayuntamiento capaz de parar y sancionar debidamente a esos cabritos, perdón por quitarles años, conductores de coches y motos que golpean con sus martillos de tubos de escape los oídos de los ciudadanos que nos preguntamos qué fue de aquellos artilugios comprados para medir el nivel de decibelios de los vehículos que circulan en el piche urbano.
A un ciudadano, y bien que me parece, les cascan 2.000 euros por dejar un fregadero fuera de un contenedor y por no llevarlo a un Punto Limpio, y aquí no hay quien le meta mano a estos incívicos salvajes emuladores cutres de Fernando Alonso o Marc Márquez.
Pero no solo el tubo de escape golpea al urbanita, sino también lo hacen las actividades portuarias, las discotecas situadas en las plantas comerciales de los edificios, y sus clientes hijos de ...la noche que luego se montan los aquelarres contra el sueño en las aceras gritando como posesos por culpa de la teoría de los vasos comunicantes.
Y así un montón de actividades unas tras otra, y mientras tanto, no nos presentan una unidad canina, o una unidad felina, pero con tigres, dispuestos a comerse a estos hijos de los decibelios.
El culpable es Joaquín Sabina por haber cantado lo de ruido, mucho ruido.