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Sociedad

Ale Barona: inspiración absoluta

Santa Cruz de Tenerife

Nos ha contado Ale Barona en sus directos de Instagram que por las mañanas se imagina como un guerrero que pelea contra las células malas, habitantes indeseados que se han instalado para intentar invadir sin éxito su sonrisa canaria y su optimismo andante, que contagia.

Ale, que pone al mal tiempo buena cara, no sabe aún que él ya ha ganado. Que cada día es una victoria por todo lo que inspira en los demás y que su triunfo va a ser el de todos (el de los que ya le conocían y los que todavía no), convertido el suyo en un equipo enorme e imbatible -su familia, su novia, sus amigos, su gente buena- de gladiadores contra las células que ya no son solo enemigo suyo; también el de quienes tanto le quieren, que tantos son.

La crudeza de la leucemia aguda -diagnóstico que impacta- la combate Barona con una fortaleza encomiable, dando ejemplo a cada minuto de los valores que le hacen héroe, un tipo de los que vale le pena, de aquellos que da siempre más de lo que recibe, que dibuja muecas de sorpresa en médicos y enfermeros que le atienden con cuidado pero también con admiración.

Lo de Ale es extraordinario. Y no es un elogio regalado ni una exageración inmerecida. Llevaba un mes con cáncer y creía que tal vez fuera un catarro mal curado, un ataque de estrés, una mala racha por los exámenes que ahora quedan para después. Como el viaje a Bali con su primo. Hecho gigante como cuando sorteaba olas en La Restinga, es encomiable su capacidad para convertir su experiencia más difícil en un ejercicio de aprendizaje y resistencia hercúlea. Como si fuera alquimista, ha transformado en poco tiempo la tristeza ajena en esperanza de buenos leucocitos.

"Es duro, pero también es bonito sentirse tan acompañado". Sus palabras son lección de vida. Ale responde a la maldad de la enfermedad con el mejor analgésico: el optimismo. Y si de la adversidad hay que rescatar un premio o una noticia feliz, como hace y procura Barona, que sirva el aluvión inabordable de mensajes de afecto, gestos de cariño a través de las redes y palabras sinceras de admiración infinita que llegan desde aquí y desde allá para convertirse esta colección de piropos en un aplauso unánime a tanta valentía.

Si el aplauso a Ale Barona sonara, sería atronador. Tanto como para demostrarle y hacerle saber que ya lo ha logrado. Que su forma de ser ha inspirado e inspira cada día a quienes le escuchamos contar su batalla. Y que ya nos ha ganado para subirnos todos a la causa suya, que es la del optimismo permanente, las buenas vibraciones, el entusiasmo y las ganas de vivir. Como si su escuela de sueños -así se llama su pódcast y en realidad podría titularse su vida- se hubiera convertido en una universidad donde él enseña a los demás cómo aprender a vivir.

 
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