Tengo mamitis
La RAE acaba de incorporar al diccionario la palabra ‘mamitis’ que define como “excesivo apego a la madre”
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Las Palmas de Gran Canaria
Lo reconozco públicamente: tengo mamitis. Me siento apegado a Carmela Luján, la primera mujer que vi nada más dar mi primer suspiro. A los ocho días de mi nacimiento Carmela volvió al trabajo, en su tienda de ropa en Schamann. Y allí me llevó, me ponía a dormir en un capazo y seguía despachando. Y ahí creo que se me empezó a incubar ese virus que se llama “mamitis”, y no se me ha quitado.
Me apetece confesarlo ante los señores de la Real Academia Española de la Lengua, que acaban de incorporar el término ‘mamitis’ a su diccionario. Y lo definen como “excesivo apego a la madre”. Conviene recordar que entre los académicos no hay muchas madres, recordemos que en 300 años de historia en la RAE solo ha habido 10 mujeres y 485 hombres. Y que para ser académico hay que tener la nacionalidad española (los que significa que Gabriel García Márquez, Gabriela Mistral o Jorge Luis Borges no hubieran podido ingresar en la RAE). Resumiendo: las normas de ese rico idioma que hablamos más de quinientos millones de hombres y mujeres en una treintena de países, llevan dictándolas un reducido grupo de machos ibéricos.
Volvamos a la culpable de mi mamitis, Carmela Luján. Carmela Luján, que nació en una cueva en el pago de Juncalillo (Gáldar, Gran Canaria) hace 91 años. En esa misma cueva su madre parió once hijos. Allí vivió sus primeros 19 años, cuando sus padres vinieron a la capital después de cinco años sin llover. Se adaptó pronto a la ciudad. Fue siempre una mujer conversadora, interesada por la política, por la noche escuchaba Hora 25 y con esa sintonía se crió un futuro periodista.
Mi guardería fue esa tienda que Carmela abrió en un barrio de la capital grancanaria, desde el capazo yo veía a aquella mujer que dominaba el mundo detrás del mostrador. Hacía de sicóloga con las mujeres hartas de su marido, escuchaba a las jóvenes historias que no se atrevían a contar a sus madres.
Con 91 años Carmela sigue queriendo cuidarnos a todos. Su memoria se va perdiendo para las cosas cotidianas, pero ella sigue recordando su Juncalillo, sigue admirando cada día a su madre Teodosia, que se murió hace más de 30 años, pero, ya ven, Carmela también tiene mamitis y creo que eso le da energía, junto al café con gofio que desayuna cada día.
Por eso me da mucha pena que haya unos señores que incorporan la palabra “mamitis” al diccionario dándole un significado negativo, cuando se ha estudiado que el apego a la madre en los primeros años es algo positivo. Actualmente los sillones de la RAE están ocupados por 37 hombres y 7 mujeres. Por eso se les ve el rejo, por eso son capaces de ver la “mamitis” pero no existe la “papitis”.
Los señores de la RAE siguen con la mentalidad de siglos pasados. No saben que en el siglo XXI se han multiplicado las madres que crían a sus hijos solas. Por voluntad de la madre, por huida del padre o porque la mujer del siglo XXI no acepta a hombres que no las respeten, no tienen, como decían las abuelas, que aguantar “la cruz” que les tocó. Por eso el apego del niño o la niña a la madre es algo instintivo, animal, es buscar la única protección que le ofrece la vida, y a eso no se le puede llamar “excesivo”.
Dicen los académicos de la RAE que la mamitis está documentada y la papitis no. Pobres académicos, que triste infancia debieron tener. Lo bueno es que entre las palabras que acaban de incorporar además de “mamitis”, han recogido “micromachismo”. La palabra micromachismo se define en el diccionario como “forma de machismo que se manifiesta en pequeños actos, gestos o expresiones de forma inconsciente habitualmente en temas de género”. Este término se viene usando desde 2014, pero a los señoros (término que todavía no está recogido) académicos les ha costado incorporarlo. Pero reconozco que han sido muy oportunos, porque podríamos decir que su visión de la ‘mamitis’ es un ejemplo perfecto de micromachismo. ¡Bendita María Moliner que estás en los cielos!