Opinión

Sobre los nuevos sillones del Parlamento

EL ENFOQUE 7 JUNIO

02:20

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Santa Cruz de Tenerife

Igual que le ocurre a la oratoria parlamentaria, el mobiliario de la Cámara regional se gasta con el uso. Eso no debería ser necesariamente motivo de escándalo, ni siquiera el hecho de que sean los sillones de Sus Señorías el primer mobiliario que se ha deteriorado. A fin de cuentas, los diputados ejercen la mayor parte de su trabajo sentados, aunque sólo usen sus escaños cuatro o cinco días al mes. Con esa ocupación de tan sólo unos días al mes, los sillones actuales, que fueron instalados cuando se hizo la gran reforma del Salón de plenos, en la segunda legislatura, han sobrevivido algo más de treinta años, prestando a la región el extraordinario servicio de mantener a los diputados bien cómodos.

Coincidiendo con los fastos del 40 aniversario de la Cámara canaria, a alguien se le debió ocurrir que había llegado el momento de cambiarlos y se preparó una licitación para comprar 85 sillones para el Salón de Plenos, valorando cada sillón en 2.000 euros, aunque al final las cosa se ha quedado en 1.238 por trasero, 105.230 euros en total, impuestos aparte. Sospecho que gastarse esa pasta en mimar los retambufas señoriales va a provocar probablemente más cabreo que cachondeo, y eso que la descripción planteada por el redactor de la licitación para elegir el sillón perfecto, digno para hospedar los cuartos traseros de la clase política regional, da para echar unas risas: la plica para el suministro de sillones establece que se optará por la mejor relación entre calidad y precio, y que la calidad se determinará en función del confort y usabilidad de las poltronas, en base a quince características, otorgando 25 puntos a la oferta que consiga mejor resultado, porque el butacón elegido es “muy cómodo”. Si no supera los 16 puntos, no alcanzará siquiera la categoría de “cómodo”, siendo por tanto indignos esos sillones para ser hollados por las nalgas de los padres de la patria. Pero no sólo de comodidad viven los traseros gentiles. Por eso, la plica exige que los remates y acabados sean “de primera calidad”, para que se integren en el entorno “representativo” de Teobaldo Power.

En fin, que aquí se juega alegremente con fuego: gastarse más de cien mil pavos en renovar sillones alienta la demagogia.

 
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