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34 años de la caída del Muro de Berlín: testimonio de una noche para la historia

Wolf Schellin, alemán residente en Mallorca hasta 2022, explica los recuerdos del derribo de la cortina de acero que dividió Alemania y su capital durante más de 40 y 28 años, respectivamente

Reportaje '34 aniversario de la caída del Muro de Berlín' (11 de noviembre)

Reportaje '34 aniversario de la caída del Muro de Berlín' (11 de noviembre)

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Palma

Han pasado 34 años desde que unos característicos sonidos reivindicativos, junto a motosierras y mazos, tuvieron lugar y desde que los contara en la SER Carlos González Tejera. No es fácil describirlos porque son voces que expresan hartazgo, pero también optimismo. Nerviosismo, pero también anhelo. Y las misma motosierra y mazos son el punto que deja atrás cualquier sentimiento negativo y empieza a desbordar la alegría. El Muro de Berlín acaba de abrirse a su paso por la Puerta de Brandeburgo y ciudadanos del este y del oeste de la ciudad comienzan a abrazarse para celebrar un futuro juntos en una Alemania nueva. El 9 de noviembre de 1989 cae el 'Muro de la Vergüenza' gracias a quienes lo sufrieron.

Para entender la existencia del Muro de Berlín hay que remontarse varios años atrás; concretamente, a 1945, cuando finaliza la Segunda Guerra Mundial. Las cuatro potencias del momento, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética, se reparten Alemania en cuatro zonas de influencia, haciendo lo propio con su capital. No hay tiempo que perder en la reconstrucción de un país que ha quedado devastado por la guerra.

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Los tres primeros países mencionados unen sus zonas de control en 1949 y se constituye la República Federal Alemana, la RFA, de corte capitalista y con capital en Bonn. Al lado este del telón de acero queda la República Democrática Alemana, de ideología comunista y que mantuvo Berlín como capital, pero la zona este de Berlín. La parte occidental de la ciudad quedaba como una isla, apenas una mancha capitalista dentro de un mapa controlado por el que fue un estado satélite de la Unión Soviética.

Separación de Alemania en dos estados: la RFA, al oeste, y la RDA, al este. / Cadena SER

Pronto se conocerían las diferencias entre dos modos de vida enfrentados entre sí. La economía planificada de la RDA se resentía a pasos agigantados con la ola de inmigración hacia el oeste. Desde 1949 hasta 1961, tres millones de personas abandonaron la Alemania comunista por la capitalista pasando al otro lado de Berlín. Ante este problema y en dicho año, se tomó la solución que todos conocemos: darle forma y cuerpo a la vergüenza con una cortina de hormigón de más de cuatro metros de altura y 42 kilómetros de largo.

Antes de llegar a la isla de Mallorca, Wolf Schellin hizo vida en la RFA, en la Alemania capitalista. Nació en 1964, por lo que el país ya contaba con la separación. Ha explicado en esta emisora que tuvo una infancia que se puede calificar de "normal", junto a sus padres y su abuela. No echó en falta nada, pero sí a alguien. O a algunos. Su tía y familia quedaron al otro lado del telón de acero, en Alemania oriental.

Wolf Shcellin, residente en Mallorca durante cinco años, explica sus recuerdos de la separación de Alemania. / Cadena SER

Las diferencias en el día a día eran abismales. En la RDA se llevaba una vida muy "reglamentada y con una escasez enorme de productos elementales". "Uno de mis primos estudió Teología, en un lugar donde se perseguía la religión, con lo que comenzaron sus problemas. No se podía estudiar siempre lo que uno quisiera", ha explicado. "Recuerdo que se rompió el frigorífico y mi tía tenía que ir a la tienda todos los días para reclamarlo y preguntar si estaba ya aprobado para ellos", ha añadido.

La única parte positiva es que Wolf no tuvo que esperar al derribo del muro para conocer a su familia. Eso sí, ellos tenían prohibido viajar al oeste; debía ser al revés, que fueran Wolf y sus padres quienes entraran en la Alemania comunista, aunque no sin controles. "Si ellos querían viajar, tenían como posibilidades destinos del bloque del Este, como la Unión Soviética, Hungría o República Checa. Éramos nosotros quienes íbamos a la RDA a visitarlos, pero necesitábamos una visa y se nos obligaba a cambiar la moneda", ha relatado.

Para velar por estas normas estaba el trabajo de la Stasi, el Ministerio para la Seguridad del Estado, que tenía como finalidad espiar a la población y detectar posibles casos de rebeldía. Está considerada como uno de los cuerpos de inteligencia más efectivos de la historia, con cerca de 100.000 trabajadores en sus filas y que contaba, además, con alrededor de 180.000 informadores entre la población.

Esto se resume en que había que tener mucho cuidado con qué hacías, con qué contabas y con quién hablabas y te relacionabas. El protagonista de hoy, Wolf, lo sabe bien. "Una vez estaba con mi tía visitando Postdam, al lado de Berlín, y entre sus vecinos se preguntaban dónde estábamos. Ella se preocupó de que no pudiera llegar a casa, pero, finalmente, todo salió bien y entré en la RFA", ha recordado.

La mera existencia de la Stasi llegó a hacer prácticamente descabellado cualquier intento de escape hacia occidente; con más motivo, si se trataba de Berlín, donde no solo esperaba el famoso muro, sino que se contaba con guardias apostados en atalayas, un vallado electrificado y la existencia de minas colocadas en el camino hacia el hormigón. Hubo casos de éxito de gente que llegó a cruzar el muro por uno de los siete pasos fronterizos por carretera o por el único que había para el paso del tren. Solía ser previo escondite en los bajos del vagón, en el maletero del coche, o, directamente, empotrando el vehículo contra la caseta.

Sin embargo, eran los menos. Un total de 140 personas fallecieron en su intento de cruzar a Berlín oeste; muchos de ellos fueron descubiertos; otros, tiroteados, incluso los hubo que murieron ahogados en el río Spree. Famoso es el caso de Helmut Kulbeik y Peter Fechter, que intentaron saltar a la carrera los 4,2 metros del muro. El primero lo consiguió, pero Fechter fue alcanzado por las balas mientras trepaba y su cuerpo quedó junto al telón, a la vista de la gente del este que pasaba por ahí. Después de que nadie le prestara ayuda, murió desangrado una hora después.

La década de los 80 trajo cambios en el comunismo, vislumbrándose una paulatina apertura tanto en la Unión Soviética como en los estados satélite. Sin embargo, el líder del Ejecutivo de la RDA, Erich Honecker, se resistía. Las protestas de la población, exigiendo las libertades que conseguían los ciudadanos polacos o húngaros, dieron lugar a la dimisión de Honecker y a una sucesión de importantes manifestaciones en ciudades como Berlín Oriental, Dresde o Leipzig.

"Los cambios ya se podían sentir, debido, sobre todo, a la apertura que llevó a cabo Mijaíl Gorbachov al llegar a la jefatura de Estado de la Unión Soviética. Hubo muchas manifestaciones en Alemania, con mucho miedo porque se producían muchos arrestos, pero fueron cogiendo confianza hasta que llegó el éxito", ha explicado.

Y ese momento concreto llegó tras la famosa rueda de prensa del día 9 de noviembre de 1989, en la que el portavoz del Gobierno de la RDA, Günter Schabowski, comunicó que los ciudadanos del país podían pasar el telón de acero hacia el bloque capitalista, también por Berlín. En cuanto al cuándo, dudó ante las preguntas de un periodista italiano, y la consecuencia ya es por todos conocida.

"Decía que todos los ciudadanos de la RDA tenían permitido salir del país hacia la RFA. El periodista italiano Riccardo Ehrman preguntó que cuándo sería efectivo. Schabowski dudó, miró al resto del Gobierno, y dijo que desde aquel momento", ha recordado.

No hubo mucho más que decir. Esas declaraciones de Schabowski hicieron salir a las calles a la multitud, que se reunió a un lado y otro del muro a su paso por la Puerta de Brandeburgo. La exigencia era la libertad inmediata.

Ciudadanos de la RDA entonaban cánticos tradicionales alemanes; en el oeste, se solidarizaban con ellos cantando la Internacional. Y a las 21:20, la iluminación se abrió paso, eliminó la razón de ser del Muro de Berlín, y los alemanes de ambos países se saludaban, se abrazaban y celebraban el fin de una vergüenza de 28 años de edad. "Aquella noche veía la televisión con incredulidad. Cuando vi a tanta gente cruzar el muro, me quedé sin palabras", ha comentado Wolf, riendo.

La historia de la conocida reunificación no acaba aquí. De hecho, no sería del todo correcto utilizar ese término, ya que se trató de una absorción de la RDA por parte de la RFA, la cual culminó en octubre de 1990. La televisión en color llegaba al este, también el marco del oeste como moneda oficial, comenzó también el consumo de bienes y productos como lo conocemos... La vida cambió por completo.

El voto al partido de extrema derecha AfD crece en la extinta Alemania oriental en las elecciones al Bundestag en 2013, 2017 y 2021. / The Federal Returning Officer

Sin embargo, siempre se ha hablado de que permaneció un muro invisible que evidencia las diferencias entre la población del este y del oeste, salvo en Berlín, que vuelve a ser una isla en términos estadísticos, más que dispares en los planos económico, sociales, de empleo, de ideología o de religión. De hecho, a fecha de 2022 y según la Oficina Federal de Estadística alemana, la renta per cápita en el oeste es de 58.000 euros anuales, por los 45.000 del este. Wolf Schellin es capaz de ponerse en la tesitura de ambas partes.

"Muchos alemanes se sienten como ciudadanos de segunda clase, pero el Estado ha gastado cientos de millones de euros para reconstruir la parte oriental. Y los ciudadanos hemos colaborado con el llamado 'impuesto de solidaridad'. La gente parece haberlo olvidado", ha lamentado.

Localización de las principales sedes de industrias alemanas. / Christopher Burns, Lenny Kuhne

Número de personas con antecedentes migrantes en 2022 en Alemania. / German Federal Statistical Office

Pese a ello, acepta las diferencias y ha señalado que hay que aprender que "no se puede unir tan fácilmente a dos países porque hablen el mismo idioma, estuvieron distanciados durante más de cuarenta años". "Siempre digo que harán falta dos generaciones más de alemanes para que no se siga hablando de ello", ha subrayado.

34 años después de la caída del Muro de Berlín y del telón de acero, ese es el objetivo. Eliminar las diferencias actuales y poder convivir sin que nadie se sienta por debajo de otros.

 
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