El ataque de dos lobos a un joven pastor en Cangas de Onís, desata de nuevo la polémica entre conservacionistas y ganaderos

Oviedo

Son dos posturas irreconciliables. Y además, ambas se han ido enconando con el paso del tiempo tras la inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especia (LESPRE); una situación que, de momento, el Ministerio de Transición Ecológica no tiene previsto alterar, a pesar de las peticiones del sector y hasta de gobiernos autonómicos, como el asturiano. Entretanto, las posturas antagónicas continúan inamovibles y ante cualquier denuncia por ataque de lobo vuelve a encenderse un debate que, especialmente en las redes sociales, se vuelve dialécticamente cruento.

En esta ocasión, la peripecia de Kike Huerta, un joven de 17 años que el pasado martes tuvo que acabar subiéndose a un árbol para escapar del ataque de dos lobos que se ensañaban con una de las cabras de su reciella, ha servido como detonante de un nuevo enfrentamiento. Desde el consabido “quieren acabar con nosotros” o “los lobos cada vez están más cerca de los humanos” que se esgrime desde el bando de los ganaderos, hasta el no menos utilizado “esto es un montaje para presionar y que se saque a la especie del LESPRE” o “no fue un ataque, sólo le enseñaron los colmillos, no es para tanto” que se argumenta desde el otro lado del campo, son cientos los comentarios que se van añadiendo al largo hilo que la noticia está generando en cualquiera de las redes sociales.

Este jueves, en Radio Asturias SER, hemos podido escuchar la versión del padre de Kike, Vicente, apenas unos minutos después de que bajase a Cangas de Onís para denunciar el caso ante la policía local. Habló del susto pasado y de la indefensión que siente, pues “hasta la Guardia Civil nos dijo que el SEPRONA no podía hacer nada porque es un especie protegida, y eso mientras mi hijo estaba subido al árbol”. El regidor de pastos de la Montaña de Covadonga, Toño García, asevera que “esto va a peor cada día y por eso cada vez hay menos rebaños en el monte y así acabarán con la ganadería tradicional”.

Argumentos de uno y otro lado aparte, todo esto da buena cuenta de que el ‘asunto Lobo’ preocupa, y bastante, a una buena parte de la sociedad asturiana más allá de los ámbito urbanos. Ocupa, seguro también, a una comunidad científica que no debe sentirse muy satisfecha de cómo se maneja un asunto delicado como este reduciéndolo todo a la categoría de eslóganes. Queramos o no, el ‘problema del lobo’ forma parte del paisaje rural asturiano, y como tal admite diferentes perspectivas. Hasta aquí, todo es comprensible, algo que no se da cuando la gente salta a las trincheras. Desde ellas solo se puede hablar a voces, con frases cortas, y así resulta muy complicado argumentar y generar la empatía necesaria para buscar acuerdos. Seguiremos, entretanto, atascados en el blanco y negro y en el conmigo o contra mí, terminando siempre cualquier asomo de debate serio con una buena muestra de filosofía asturiana: “Ye lo que hay”. Pues eso.

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