Nacho Méndez reconcilia al Sporting con los derbis

Gijón

"¡Ya era hora!", exclamaba Miguel Ángel Ramírez tras acabar el derbi asturiano. El entrenador verbalizaba el sentimiento de todo el sportinguismo, después de disfrutar por fin, un lustro después, de una victoria contra el Oviedo. Un espectacular gol de Nacho Méndez le sirvió al equipo gijonés para acabar con la maldición de los derbis. El triunfo en un partido así manda al baúl de los recuerdos todo: el varapalo de Zaragoza, la lesión de Yáñez, la dinámica reciente del equipo, las dudas en cuanto al bajón de juego y al agotamiento físico... Porque de los derbis solo importa una cosa: ganarlos. Lo sabía bien el Oviedo hasta ahora y lo disfruta el Sporting esta vez, después de un encuentro que tuvo emoción, tensión, polémica y un ambiente espectacular.

Con el peso de la necesidad sobre sus hombros y, sobre todo, espoleado por el recibimiento de una afición para la que se acaban los calificativos, el Sporting salió lanzado a por el partido. Y el fútbol le premió con un gol tempranero, al atrapar Nacho Méndez un rechace en la frontal del área y transformarlo en un misil por la escuadra de la portería de Leo Román, cuando apenas había pasado minuto y medio de partido. La grada de El Molinón, el banquillo y los propios jugadores titulares celebraban con euforia, rabia y liberación el inmejorable comienzo. Aunque a todos se les pasó una idea por la cabeza: lo largo que se iba a hacer el partido.

Y así fue, aunque tras el gol el Sporting siguió desarbolando al Oviedo, que no daba una a derechas, afectado por el varapalo del gol en contra pero quizás también despistado por la sorpresa táctica de Ramírez, que modificó el sistema para dar entrada a Fran VIllalba en la mediapunta, por detrás de Djuka, trasladando a Juan Otero a la banda. Hassan, tras no haber entrenado apenas durante la semana, se quedó en el banquillo, como baza para la segunda parte.

Con el paso de los minutos el Oviedo se fue haciendo con el control del partido. Era previsible: el Sporting prefirió proteger el botín que tenía. Pero defender durante más de noventa minutos iba a ser una tarea colosal. De hecho el Sporting apenas tuvo ocasiones, aunque las dos de las que dispondría para sentenciar el partido fueron clarísimas: primero un cabezazo de Villalba que se fue fuera contra todo pronóstico y, ya al final, un contrataque que Mario González mandó incomprensiblemente fuera con toda la portería para él, ya que Leo Román había subido a rematar un córner. Afortunadamente para el Sporting, no hubo que echar de menos esas ocasiones perdonadas.

El dominio del Oviedo no se transformó en un acoso (Christian Joel no tuvo que hacer demasiadas intervenciones) pero el peligro estaba ahí. Paulino protagonizaba casi todas las acciones de ataque, aunque le fallaba la puntería. Y entonces llegó la polémica, esta vez por partida doble. Dos posibles penaltis se revisaron en el VAR: primero un derribo de Pablo García a Moyano que al árbitro le pareció que era fuera y no dentro del área y luego una patada de Varane a Paulino que el colegiado, tras observarlo en el monitor, consideró insuficiente como para señalar pena máxima. El enfado de los azules es comprensible; desde el Sporting también se recordaba la cantidad de decisiones en contra que llevan padeciendo esta temporada.

Sufriendo, con polémica, sin un gran fútbol (salvo una fase del partido)... Pero el Sporting hizo lo que debía: ganar el derbi. Lo único importante. Eso y que no hubiera violencia, que no la hubo. El triunfo es balsámico: rompe una racha de cinco años sin ganarle al Oviedo, hace olvidar las dos derrotas consecutivas, permite al Sporting volver al playoff (durmió tercero) y le da el golaverage a su favor sobre un rival directo como el Oviedo. ¿Qué más se puede pedir?