28-M o cómo el PSOE tratará de desactivar el "efecto Canga"
La redistribución del voto fugado de Podemos y Ciudadanos, clave en la configuración de los bloques que decidirán el próximo Gobierno
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Sede de la Junta General del Principado. / Pablo Canga
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Oviedo
La campaña de las elecciones autonómicas del próximo 28 de Mayo en Asturias, arrancó en la medianoche de este jueves marcada por la irrupción de un aspirante inesperado bajo las siglas del Partido Popular. Inesperado incluso para buena parte de los afiliados conservadores. El alto funcionario de la Unión Europea -ahora mismo en situación de excedencia-, Diego Canga, fue designado como cabeza de lista de los populares el pasado mes de Noviembre, suscitando un torbellino de sensaciones contradictorias, en algunos casos simultáneas en el mismo sujeto. Sorpresa, ilusión, desconcierto, euforia, desconfianza... Canga, que fue distinguido en su día con la Medalla de Asturias por un gobierno presidido por un socialista -Javier Fernández- llega con la vitola de gestor eficaz y el cartel de antídoto frente a la figura del político “profesional”, aunque su lista esté cuajada de políticos de ese perfil. En el PP muchos creen que es el caballo ganador que llevan esperando desde su única victoria electoral en el Principado, en 1995, con Sergio Marqués al frente. Pero no son pocos los que recelan de un candidato sin carnet de afiliado, designado a dedo por la dirección nacional del partido y que ha frustrado las aspiraciones de gente de la casa con pedigrí militante que se ha sentido ninguneada por el que ven como poco menos que un advenedizo. Del éxito de esta apuesta, un tanto arriesgada, dependerá la coexistencia entre familias en un partido con una acusada tendencia al cainismo, y donde muchos aguardan con el cuchillo afilado por si el 'experimento Canga' resultara fallido.
Aunque con el paso de las semanas, la novedad del aspirante del PP ha ido perdiendo brillo, y éste se ha revelado como un candidato al uso, en las filas del Partido Socialista no acaban de tenerlas todas consigo, y la que originalmente se barruntaba como una victoria sin paliativos del actual presidente Adrián Barbón por incomparecencia del rival, ya no se da por descontada. Barbón optó primero por ignorar a Canga, luego jugó la baza de retratarle como un burócrata que apenas ha pisado calle, y en todo momento se ha presentado como la apuesta segura y sensata frente a los experimentos. Lo ha hecho tratando de sacarle brillo a su papel como gestor de la pandemia, aunque con las sucesivas oleadas de la COVID, el caso asturiano pasó de ejemplo de estrategia frente a la enfermedad, a justo lo contrario. Sus detractores tratan de presentarlo como el embajador del sanchismo en Asturias, casi un títere de La Moncloa -o de Ferraz- al que desde la capital se ha burlado con sucesivos incumplimientos y marginaciones a la comunidad -el más flagrante la postergación de la llegada de AVE, todavía sin fecha cierta-. Pero lo cierto es que Barbón parte como el posible aglutinador de muchos electores que hace cuatro años se atrevieron a confiar en lo que entonces se conocía como la nueva política y que hoy, con todo derecho, pueden sufrir cierto sentimiento de orfandad ante la progresiva desintegración de los proyectos de Podemos y Ciudadanos, aunque bien es cierto que en la desbandada naranja, el PP figura el primero en la cola a la hora de recoger los añicos y sacarles provecho.
Podemos, partido que en Asturias nunca llegó a sintonizar con los sucesivos gobiernos socialistas -no lo hizo con Javier Fernández, pero tampoco con Barbón- tiene a medio pulsar el botón de autodestrucción, con un enfrentamiento fratricida entre su candidata Covadonga Tomé y la dirección regional del partido, y por extensión con el equipo de Ione Belarra. Ciudadanos, por su parte, ha ido perdiendo efectivos a lo largo de la legislatura, y el grupo parlamentario ya apenas es reconocible, con dimisiones, expulsiones y finalmente saltos de nombres más o menos relevantes a las listas del PP. En definitiva, el morado y el naranja se difuminan al punto de quedar ambos partidos en riesgo de caer en la irrelevancia total mientras los pescadores del PSOE y el PP se afanan en la posible ganancia. En este escenario, Asturias parece que puede volver a ser la aldea gala de Izquierda Unida. En Convocatoria por Asturias, la coalición de izquierdas suma fuerzas esta vez con Más País, dispuesta mantenerse como fuerza parlamentaria con grupo propio y -como ambas partes reconocen- posible socio del PSOE en cualquier modalidad posible: apoyo a la investidura de Barbón e incluso volver tocar poder y entrar en un posible gobierno liderado por el PSOE, como ya hicieron siendo presidente Vicente Álvarez Areces.
No debe despreciarse el papel de Foro Asturias, el partido fundado en su día por Francisco Álvarez-Cascos, y al que hoy se enfrenta en los tribunales por haber utilizado los fondos de la organización para sufragar gastos personales y de su familia. Foro rehusó cualquier posible coalición electoral con el PP a riesgo de acabar fagotizado, pero en caso de que la aritmética lo permita, su lugar natural en una votación de investidura en el parlamento sería, a priori, junto a los conservadores. El voto de su portavoz esta legislatura ha sido uno de los más codiciados de la cámara autonómica.
Por último, si el PP tiene posibilidades de gobernar es muy probable que precise para ello de la participación de Vox, otro partido con una agitada vida interna en Asturias, pero cuyas miserias íntimas parecen no hacer mella en un electorado que ya hace cuatro años les concedió dos escaños. Entonces fueron irrelevantes, pero en una votación más justada podría ser distinto. Como anécdota queda la candidatura de SUMA Principado, el penúltimo conejo en la chistera de un Ávarez Cascos que lleva entre bambalinas la manija de un proyecto que quizá podría ser -aunque muy modesto- otro sumidero de votos en el ya muy fragmentado caladero electoral de la derecha asturiana.