El Sporting tira de épica y da un paso de gigante hacia la salvación

Gijón

Lo que hizo el Sporting este domingo, además de importantísimo a efectos clasificatorios, tuvo un mérito espectacular. No era nada fácil ganar a un Granada aspirante al liderato y en las circunstancias en las que llegaba el equipo gijonés: con la presión de la situación clasificatoria y la plantilla absolutamente en cuadro. Pero con El Molinón saliendo al rescate, más metido que nunca en el partido, el Sporting consiguió una victoria trascendental, sufridísima, que le cambia la vida. Los seis puntos de colchón sobre el descenso saben a gloria y suponen un paso de gigante hacia la tranquilidad.

No fue un partido más. Fue el partido en el que, por fin, el Sporting demostró en el césped lo que se estaba jugando. Si los jugadores no miraron la clasificación, lo parecía. Y fue el partido en el que, mucho tiempo después, El Molinón volvió a ser El Molinón. Consciente de lo mucho que había en juego, el estadio registró una entrada fantástica y un ambiente impresionante, con unos niveles de decibelios en el ánimo y en la protesta que no se recordaban desde hace mucho tiempo.

Bien es cierto que equipo y afición se retroalimentaron porque los jugadores salieron enchufadísimos, volcados al ataque y siendo muy superiores a la constelación de estrellas (al menos de Segunda) que tenía enfrente. Así, no había pasado ni minuto y medio cuando Otero tuvo la primera ocasión del partido, aunque le falló el punto de mira y no supo aprovechar el gran pase de Varane.

Con el Granada desbordado y el Sporting crecido, las ocasiones no solo llegaban en juego; también a balón parado. Después de que Bruno, lanzándose en plancha, no llegara por poco a rematar un gran saque de falta de Cote. Y en una jugada ensayada en la intimidad de Mareo, nació el gol que daría la victoria al Sporting: un saque de esquina botado por Pedro que remató de cabeza, impecablemente, el canterano Diego Sánchez, sorprendiendo a la zaga nazarí.

Fue media hora de absoluto dominio del Sporting, aunque estaba claro que la fiera que tenía enfrente en algún momento despertaría. Avisó Weissman antes del descanso, con una gran respuesta de Cuéllar sin esperar a si había fuera de juego o no. Pero siguió el equipo gijonés teniendo opciones de ampliar la ventaja, con otra ocasión a la que no llegó por poco Juan Otero y sobre todo con otra, segundos antes del intermedio, en la que Jeraldino se lanzó en plancha para rematar el segundo, pero Raúl Fernández frustró el primer tanto del chileno en Gijón.

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Brillaba el mediocampo, con un Varane convertido en realidad aplastante, un Pedro Díaz tremendamente generoso en el esfuerzo y un Jordan Carrillo al que hay que hacerle hueco, sí o sí, en el equipo. Porque no será el futbolista más disciplinado ni seguramente el más esmerado durante la semana, pero en el campo hace cosas que otros solo imaginan.

En el segundo tiempo tocó sufrir. Pero además lo indecible. El Granada empezó a revolucionar su ataque y tuvo numerosas llegadas y varias ocasiones claras, como la Unzuni al larguero en un balón largo en el que Cuéllar dudó en la salida, otro disparo de Neva o un centro que, cuando se paseaba por delante de la portería rojiblanca, Bruno despejó fuera no sin asumir riesgos.

Como había que sufrir hasta el último instante, el recién incorporado Cristo González perdonó el 2-0 en el minuto 91, tras una arrancada espectacular de Pol Valentín, cuyo centro botó traicioneramente antes del remate del canario.

El pitido final liberó toda la tensión acumulada, tanto en el campo como en Granada. A muchos kilómetros a la redonda se escuchó el estadillo de júbilo de El Molinón y, tanto en el césped como en la zona técnica, jugadores y auxiliares celebraban una victoria que sabe a tranquilidad, a permanencia, a esfuerzo y a orgullo.