El Sporting vuelve a las andadas en LaLiga

Gijón

El Sporting sigue sin ganar. No se impone en un partido de Liga desde que allá por el 17 de octubre le ganó al Éibar en El Molinón. Son casi tres meses de ver volar puntos, para la permanencia o para el cada vez más utópico objetivo del playoff. La teoría de que la Copa del Rey volverá a ser la única fuente de alegrías del equipo esta temporada va cobrando fuerza. Este viernes, en un Día de Reyes más gris que el pasado (cuando le ganó al Villarreal), el Sporting no perdió, pero tampoco ganó, y el problema es que llueve sobre mojado. El Levante era un rival de poderío, que encadenó en El Molinón su décimo sexto partido sin perder. La cuestión no es el 1-1 contra los levantinos; es que pasan las semanas y el Sporting no reacciona en Liga. Aunque viendo cómo se pusieron las cosas en la primera mitad, el punto tampoco parece moco de pavo.

Y es que el Sporting volvió a ser su peor enemigo. Sus propios fallos le condenan reiteradamente; no hay más que recordar el partido del Tartiere. En lo tocante a La Liga, el Sporting abre el año como cerró el anterior: poniéndoselo demasiado fácil a los rivales y pegándose tiros en el pie.

Ni Melchor, ni Gaspar ni Baltasar. Al Levante, en este día de Reyes, el mejor regalo se lo dio Uros Djurdjevic, cuya situación da para mucha reflexión. No habían tirado ni una vez a puerta los granotas cuando al delantero del Sporting le dio por allanarle el terreno a su rival, manteniendo la dinámica reciente de un jugador que ya no suma; solo resta, siempre resta. El penalti por meterle el codo en la cara a De Frutos es intolerable no ya por la agresividad, sino por la falta de inteligencia: hacer ese gesto en la cara del árbitro, en una acción que tampoco requería de medidas desesperadas, es jugar con fuego. ¿Sería falta esa acción fuera del área? En caso afirmativo, si se produce dentro del área, la respuesta es clara: penalti. López Toca no lo dudó y Jony Montiel (precisamente un ex del Oviedo) ajustó tanto su disparo al palo que la buena estirada de Cuéllar no sirvió para nada.

Es el problema de generar ídolos con pies de barro: que cuando no hay una base sólida, se acaban desmoronando, con los consiguientes daños colaterales. La cuestión es que en este caso no solo ha contribuido a construir esa vitola de ídolo un sector de la afición; también se ha hecho desde el club. A Djuka se le ha firmado un contrato millonario que ahora es un problema; posiblemente para el propio jugador el primero, por la presión que le genera. Pero desde luego lo es para la entidad, que ya aventura el lío en el que se encontrará cuando otros futbolistas con mejor rendimiento y más proyección y calidad se sienten a hablar de futuro y se encuentren con que para ellos no hay lo que sí hubo para otro. La inversión, a la vista de los acontecimientos, parece ruinosa. ¿En base a qué méritos jugó este partido como titular Djuka y no Milovanovic? La explicación solo puede ser una: que al jugador mejor pagado de la plantilla algún día habrá que ponerlo. El problema es serio; realmente serio. La otra pregunta se viene pronto a la cabeza: ¿Qué ha pasado con Cristo González?

Hasta el momento de la torpeza de Djuka, el Sporting estaba haciendo un partido aceptable (al menos equilibrado) contra el tercer clasificado. Llevaba la iniciativa por momentos y no sufría. Tampoco había tenido ocasiones (solo un remate desviado de Bruno), pero no pasaba apuros. Abelardo había vuelto a apostar por el sistema que estrenó en la Copa del Rey, con tres centrales (Gragera, Bruno e Insua), laterales largos y dando cabida en el equipo a Jordan Carrillo, en un sistema que el cuerpo técnico entiende más propicio para el mexicano. Un dibujo que Abelardo no modificó a raíz del gol. De hecho Abelardo lo mantuvo tras el descanso, optando por modificar caras: retiró a Djurdjevic (que, para colmo, vio la quinta amarilla a raíz de la polémica acción) y retiró también al canterano Nacho Martín, adelantando la posición de Gragera y ubicando en la zaga a Jordi Pola.

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Pretendía Abelardo darle un aire diferente al equipo y, casualidad o no, este llegó instantáneamente. En el primer ataque de la segunda parte Pedro Díaz le dio un gran pase largo a Juan Otero, que tras sentar a Rober Pier a base de regates, definió a la perfección y logró el tanto del empate. El Molinón no solo respiró; se vino arriba definitivamente.

Pudo marcar a renglón seguido Bouldini, que se plantó solo delante de la portería, pero afortunadamente para el Sporting el balón se le quedó ligeramente atrás y el delantero levantinista la envió por encima de la portería.

También lo intentó Uros Milovanovic, cargado con toda la confianza en sí mismo que le falta a su compatriota. Su latigazo desde fuera del área, peligrosísimo y contundente, le repelió Cárdenas, enviándolo a córner. Aunque la ocasión más clara la tuvo el Levante, con un espectacular derechazo de Pablo Martínez que se estrelló en el larguero de la portería defendida por Cuéllar. Apretó el Levante en los minutos finales, pero el Sporting defendió un punto que puede no ser malo por sí mismo pero que no ayuda a mejorar la clasificación ni a romper una dinámica de resultados que, en LaLiga, es terrible.