Al Sporting le entra alergia a la victoria
Quinto partido consecutivo sin ganar para los rojiblancos, que tras darle la vuelta al gol inicial del Leganés perdonaron ocasiones claras y solo pudieron empatar (2-2)

Campuzano y Queipo disputan un balón con un jugador del Leganés. / LaLiga

Gijón
Ganar empieza a ser una misión imposible para el Sporting. Son ya cinco jornadas de Liga consecutivas sin hacerlo, si bien es cierto que cuatro de ellas saldaron con empates. Pasos de tortuga, como el que dio ante el Leganés, que le valen al equipo gijonés para acercarse al objetivo de la permanencia pero no para dar un verdadero salto de calidad. La lectura está clara: quien quiera ver a un Sporting que compita, lo encuentra (salvo la excepción de Los Cármenes). Quien quiera ver a un equipo que crezca sobre la base de unos canteranos que se asienten en el primer equipo y otros que asomen la cabeza, también lo encuentra. Quien quiera ver al Sporting aspirando seriamente al playoff, se acabará frustrando. Al menos en estas circunstancias, al equipo parece quedarle grande esa meta.
Este sábado tuvo en su mano el Sporting romper esa mala racha: de hecho lo rozó, tras darle la vuelta al tempranero gol del Leganés, pero no supo el equipo de Abelardo aprovechar su momento para sentenciar el encuentro; perdonó ocasiones claras y acabó encajando el empate en una contra digna de estudio: cómo se puede pasar de un saque de banda a favor en campo propio, con ventaja en el marcador, a acabar propiciando un contragolpe que acabe en gol en tu contra.
Sería injusto analizar el partido sin valorar las circunstancias en las que ha jugado y está jugando el Sporting, con solo trece jugadores profesionales disponible (dos de ellos porteros), algunos de ellos con una carga inhumana de esfuerzo en sus piernas y arropados por un pelotón de jóvenes debutantes que les dan refresco. La alineación de Abelardo vino casi impuesta: con el pequeño margen de maniobra que tenía optó por mantener a Diego Mariño en la portería, seguir reservando a Djuka a pesar de volver a jugar con dos delanteros y guardar en el banquillo al nuevo ídolo de una parte de la afición sportinguista, el mexicano Jordan Carrillo, para volver a apostar por el futbolista que sí ha tirado la puerta abajo en este inicio de temporada, Dani Queipo.
Tras un inicio igualado, las cosas se pusieron cuesta arriba en el minuto 21, cuando Rubén Pardo engañó a todo el mundo en el lanzamiento de una falta lateral. La botó por debajo de la barrera (el Sporting no ha caído de momento en lo de tumbar a un futbolista sobre el césped), con la mala suerte de que Campuzano, tratando de despejar, la coló en la portería de Mariño. También ese gol es analizable, pero parece difícilmente evitable, sobre todo si llega con inesperado fuego amigo.
Tocó a rebato el Sporting, que apenas un minuto después logró una igualada que tardaría una eternidad en confirmarse. Fue una buena acción colectiva, en la que fueron cayendo víctimas por el camino. Queipo, pese a recibir una durísima tarascada, pudo conectar con Cristo González, que también tuvo que irse al suelo para asistir a su compañero de delantera, que se plantó ante Riesgo y, tras golpear en los dos protagonistas de la jugada, el balón entró en la portería del Fondo Sur. El problema es que Campuzano iba braceando para saltar por encima del portero visitante y la duda era si el delantero catalán había desviado el balón con el brazo extendido. Una circunstancia que quedó descartada (o al menos no probada) tras una exhaustiva comprobación en el VAR. El gol, con emoción, subió al marcador.
Esa primera decisión calentó los ánimos del banquillo visitante. La segunda acabó de incendiarlos: al equipo arbitral no se le escapó una mano de Rubén Pardo en el área, con la que impidió el remate de cabeza de Insua. Por mucho que lo protestaran, Trujillo Iglesias no tuvo duda: Cristo González amplió su ya notable registro goleador, engañando a Riesgo, y el entrenador del Leganés vio el camino de los vestuarios por sus protestas.
Lo tuvo todo de cara el Sporting para sentenciar la faena en los primeros compases de la segunda parte. Tuvo claras ocasiones, como una gran combinación entre Cristo, Otero y Campuzano, que este último acabó estrellando en el portero; un gran pase del catalán, con muy mala intención, que Queipo hubiera rematado a placer de no haberse cruzado de por medio un defensa rival. Y, sobre todo, una de Djuka, que estrelló en el guardameta su primer disparo tras entrar al terreno de juego. Volvió a ser preocupante el balance del serbio, que no aportó nada positivo y sí acabaría penalizando al equipo.
Tan volcado estaba el Sporting al ataque, que se olvidó de que ya tenía en la mano una victoria importantísima. Y de un saque de banda favorable en campo contrario acabó permitiendo una contra en la que Raba llegó a línea de fondo, le rompió la cadera al debutante Trabanco y su pase atrás lo remató Arnaiz, sin la oposición de Mariño descolocado pero sí con la de Cote, que estuvo a punto de impedir el gol sobre la línea, pero sin éxito.
No le valía el empate al Sporting, que siguió volcado al ataque a pesar de estar desfondado físicamente y con un once que parecía más el del filial que el del primer equipo. Y llegó a marcar, pero no valió: una inoportuna mano de Djurdjevic en un control anuló la jugada que acabaría con el gol de Aitor García en un disparo desde fuera del área. Un empate doloroso, porque el Sporting estuvo muy cerca de ganar, pero últimamente parece que no hay manera.

David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...