El Granada hace añicos a un Sporting patético

Granada es la ciudad por la que lloran los reyes, con la que sueñan los poetas y en la que el Sporting, que también suele llorar en sus viajes a esa plaza, protagonizó este jueves un ridículo considerable, que pincha la burbuja de la ambición en la que se había instalado parte del sportinguismo. La clasificación no era realista: el Granada es mucho más equipo que el Sporting. Asumida esa circunstancia (lógica por presupuesto, trayectoria y objetivos) y admitiendo que una derrota gijonesa en Los Cármenes era previsible, era de esperar una imagen mínimamente competitiva del Sporting; que vendiera más cara su piel. Pero el equipo de Abelardo le hizo pasillo al de Karanka, facilitándole el triunfo con una verbena defensiva y una falta de mordiente y de carácter desesperante. Si el resultado fue malo, la imagen fue aún peor. El Granada ya está dos puntos por delante del Sporting y, futbolísticamente, una galaxia por encima, visto lo visto este jueves.

Abelardo decidió revolucionar el once, dadas las bajas (las sobrevenidas y las forzadas por voluntad propia) y la apretura del calendario. El plan de partido le salió bastante mal. Se salvó (aunque con muy poco) Jony, elegido para sustituir al lesionado Aitor García. Si con la entrada de Pedro Díaz y el adelanto unos metros de la posición de Zarfino se buscaba un mayor control del mediocampo, no se consiguió ni de lejos. Apenas la olieron los tres centrocampistas, la elaboración fue escasísima y se añoró al sacrificado Cristo González, el hombre que le viene dando cierto sentido al ataque del Sporting.

En la defensa Abelardo apostó por Bamba, para dar descanso a Izquierdoz, y mantuvo en los laterales a Pol Valentín y Diego Sánchez, que no estuvieron precisamente finos ni contundentes. La zaga fue un auténtico coladero.

Los cinco goles del Granada llegaron acompañados de regalos rojiblancos: en el primero le faltó contundencia en el despeje al joven Diego Sánchez, que no supo impedir el remate inapelable de Puertas; en el segundo repitió el fallo el otro lateral, Pol Valentín, al que le faltó garra y anticipación para impedir el cabezazo de Uzuni; en el tercero Valentín y Bamba permitieron que, en el espacio entre ellos, el prompio Uzuni rematara solo de chilena, mientras que el cuarto fue un regalo de Christian Rivera (a un mal pase de Mariño, también hay que decirlo) que, tras dos pases, Callejón no desaprovechó. Lo del quinto ya fue de traca: no se sabe si fue peor la facilidad con la que Bryan Zaragoza se fue de Cote y Nacho Martín o la lentitud de Bamba para tratar de impedir que Perea marcara solo. En definitiva, un auténtico esperpento.

Entre otras cosas, el Sporting fue poco listo. No supo que, cuando no se puede ni ganar ni empatar, al menos hay que tratar de caer su dignidad. Su ánimo de estirar líneas para buscar absurdamente el gol le salió carísimo. Más inteligente hubiera sido replegarse y tratar de caer con cierto decoro.

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Como el día estaba de nones, el palo impidió incluso el gol del honor, en un buen disparo de Djuka, cuando el Sporting ya había encajado la manita. Fue, prácticamente, la única ocasión en todo el partido.