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El Sporting remata un año bochornoso

Los rojiblancos adelantaron las vacaciones, perdieron con la UD Las Palmas (0-1) y terminan el campeonato en un lamentable décimo séptimo puesto

Cristian Rivera y Pablo Pérez se lamentan de una acción durante el partido contra Las Palmas.

Cristian Rivera y Pablo Pérez se lamentan de una acción durante el partido contra Las Palmas.

Gijón

Poca crónica merece el trámite que puso fin al desastre de temporada que ha protagonizado el Sporting. La previsible (por todo) derrota frente a la Unión Deportiva Las Palmas, la décimo octava de la temporada, estuvo acorde al nivel de ridículo del equipo durante todo un año que, en un club serio, supondría una revolución; en el Sporting amenaza con conllevar solo un maquillaje, como si aquí no hubiera pasado nada. El equipo termina décimo séptimo un año en el que dirigentes, técnicos y futbolistas no han hecho más que pisotear y mancillar el escudo y la historia del Sporting. Las imágenes de las gradas semivacías durante buena parte del partido y de los aficionados rojiblancos celebrando el gol de Las Palmas y pitando los ataques de su equipo para evitar echarle un cable al Oviedo en sus aspiraciones de playoff son el reflejo de lo triste que ha sido el curso.

Si alguien esperaba otra imagen del Sporting en el último partido, era un auténtico iluso. Más allá de la voluntad, está la incapacidad. ¿Iba a dar el do de pecho un equipo que ha hecho el ridículo todo el año, que fue incapaz de marcarle un gol la temporada pasada a un rival descendido para lograr la permanencia matemática? ¿Iba imponerse a un rival al alza como la Unión Deportiva que llevaba diez partidos sin perder) un Sporting que había ganado dos de los últimos catorce partidos y que llegaba al partido sin objetivos, sin gasolina, sin orgullo (no lo han demostrado en todo el año) y sin su único goleador? ¿E iba a hacerlo el día que su afición, lícitamente y como un comportamiento natural en una rivalidad, le apretaba para que no le allanara el camino a Primera al eterno rival? Era demasiado soñar. Un equipo que llevaba arrastrándose meses, no podía más que hacer el ridículo el último día.

Las Palmas, un verdadero equipo que resucitó a raíz del cambio de entrenador (el nombre de García Pimienta fue ridiculizado por algún alto cargo de Mareo cuando se lo ofrecieron, pero luego decidieron apostar por Martí), jugó a placer. Ganó con un tanto de penalti de Jonathan Viera, por un derribo de Pablo García a Rober, pero en realidad marcó tres tantos: uno fue anulado por mano previa de Mújica y otro por fuera de juego del mismo delantero.

En El Molinón se aplaudieron el tanto grancanario, los goles del Ibiza al Oviedo, los cánticos cariñosos de los aficionados amarillos y al talentoso Jonathan Viera en el momento de ser relevado. Se pitaron los ataques del Sporting y, al final del partido, a todos los futbolistas. Y se corearon cánticos contra el palco, tanto desde dentro del estadio como en la concentración previa al partido. Los aficionados del Fondo Joven no accedieron al estadio hasta el descanso; en otras zonas del campo sí entraron antes. La entrada, visto lo visto, fue meritoria: 12.346 personas despidieron el año más infame que se recuerda en mucho tiempo en Gijón. El año en el que se le vieron, de verdad, las orejas al lobo.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 

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