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Pepe Fernández, el ‘dueño’ de Saveres

El recepcionista de la casa Mercedes Benz era puro salero ejerciendo su función

Pepe 'Saberes' acabó su vida laboral en Alfa Romeo. / Cadena SER

Pepe 'Saberes' acabó su vida laboral en Alfa Romeo.

Almería

¿Cómo estás Pepe? Le decían nada más entrar a las 8 de la mañana por la puerta y respondía: “Muriendo lentamente cuan pálido lirio”. Era único, tenía la gracia a espuertas y un salero del que carecían sus hermanos. Era el pequeño y pasó buena parte de su vida en la calle Magistral Domínguez donde aterrizaron los gadorenses apodados como ‘Saberes’, por su bisabuelo.

Pepe era el recepcionista de Saveres y eso le obligaba a entrar antes que los mecánicos a trabajar para hacer las órdenes de reparación. Empezó con las furgonetas DKW y luego llegaron los turismos Mercedes, y aquello, lejos de intimidarle, le hizo navegar entre la caja de verdura del agricultor y saludar a los grandes empresarios de la provincia que tenían su Mercedes.

Casado con Eloísa Muñoz, una guapa sevillana de El Pedroso, vinieron al mundo Mari Chelo, Antoñito, María Dolores, Elo y Pepito. En un piso de la calle César en los bloques de Nike vivía una familia con la abuela Eloísa presidiendo la casa. Pura historia.

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Propinas, no

Los hombres del campo lo adoraban y a muchos los ‘colaba’ poniendo de los nervios a su hermano Luis, que era el jefe de taller. Para ellos Pepe era el ‘dueño’ de Saveres y lo trataban como tal. Con el destornillador en el bolsillo superior de la bata y un pitillo entre los labios, empezaba a hacer las órdenes de reparación que luego organizaba por orden de llegada, relativamente.

No sabía decir que no y esto le creaba muchos problemas, ya que en su afán de corresponder al cariño recibido, ‘colaba’ a algunos y enfada a otros a los que decía: “Hoy por ti y mañana por mí”. Siempre mimando al cliente sabía tratar al que llevaba un ‘fajo’ de billetes, pagaba al contado y al director del Banco Santander que llevaba talonario.

Pepe era capaz de despachar (antes de las 8:30 que sonaba el timbre), a todos los que llegaban y les entregaban las llaves con la furgoneta o el coche. No aceptaba propinas en metálico, pero si le enseñabas una berenjena o una sandía la metía debajo de su mesa y luego a repartir con su hermano Luis, que le llamaba siempre la atención por si lo pillaba don Antonio, el jefe.

Gracioso

Sus chascarrillos forman parte de la historia de la empresa, con un bar dentro del negocio y un botijo al entrar al taller. “Bebo café negro frío y adiós a la sed”, decía. Solía canturrear porque era feliz y se sentía querido por compañeros y clientes a los que espetaba: “Si quieres te doy la factura y luego reparamos”, en clara alusión a la prisa que traían los hombres del campo que lo adoraban porque nunca les falló. Cuando empezaba a asomar el morro de un Mercedes sin la estrella, que se la habían arrancado de cuajo, no dejaba a su dueño entrar en recepción y lo mandaba a que el señor Rojas (jefe de recambios), le vendiera el artilugio que él mismo montaba.

Tuvo que hacer muchos cursillos y cuando llegaron los ordenadores se vio apurado, pero con esa gracia que tenía solicitaba ayuda y decía: “Señor Camacho (yo), tiene un café pagado si me imprime las órdenes de reparación a tiempo”. La tecnología no podía con él porque tenía salidas para todo.

Profesional

Un día llegaron de Madrid unos señores de Mercedes a examinarlo, se los llevó al ‘Quinto Toro’ y salieron finos. Superó todas las pruebas y demostró que estaba al día en tiempos de reparación, organización y trato profesional. Se marchó con nota alta de la prueba y se le quitaron esos miedos del progreso cuando los primeros ordenadores de Almería llegaron a Saveres, y uno de ellos era para don José, “el hermano de Juanico el que vende las DKW”; decían de forma burlona, y aquello corrió como la pólvora. Su hermano que tanto lo quería se reía siempre con él.

Amigos y familia

Su mujer y sus hijos tenían que vivir con la fama de que papá era el ‘dueño’ de Saveres, como decían los agricultores. Conocía a tanta gente que los sábados (que se trabajaba antes), a mediodía era ‘secuestrado’ y se lo llevaban al centro y el arroz de la tita Elo esperando en casa.

Era del Atlético de Madrid y sus hijos lo adoraban porque siempre tan cariñoso y simpático. Claro que se enfadaba pero no le duraba y no guardaba rencor a nadie.

El ‘dueño’ de Saveres no se llegó a jubilar y postrado en la habitación del Hospital Torrecárdenas en aquel caluroso verano mientras la pastilla no cruzaba su garganta me decía: “Antoñito, mañana me dan el alta y nos vamos la tita y yo a Laujar que hace fresquito”. Cerró los ojos horas después cuan pálido lirio. La vida de Pepe Fernández.

Tony Fernández

Tony Fernández

Redactor de Deportes de SER Almería. Llegó a la SER en 1996. Antes, en RNE. Más de 40 años de experiencia...

 

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