Una de cal y otra de vizcaína
La opinión de Marcos Martínez


No serían más de las cuatro de la madrugada y me encontraba dándole vueltas al mundo en que nos ha tocado vivir. Divagaba sobre la actualidad, sobre los temores presentes y el incierto futuro. Reconozco que tenía mis esperanzas puestas en el asteroide 2024 IR4, sí, ese peñasco que viaja por el universo y con el que corríamos el riesgo de encontrarnos en su camino. Tenía la esperanza de que los porcentajes aumentaran y así se solucionarían todos los males. Sin embargo, he leído en estos días que la probabilidad de impacto se ha desplomado a un paupérrimo 0,001%, así que mi gozo en un pozo.
En consecuencia, creo que la humanidad debería ir buscando las soluciones pertinentes a sus problemas, empezando por lo individual y acabando por lo global. Supongo que a muchos de los escuchantes les pasará como a mí, que no verán la luz al final del túnel en muchos temas, pero hagamos de tripas corazón e intentemos aportar nuestro granito de arena. Entiendo que uno de los mayores problemas que tenemos ahora mismo es Donald Trump, su forma de gobernar al más puro estilo de matón de patio de colegio requiere respuesta a la mayor brevedad. Ahora, con la llegada del nuevo sheriff, nuestros aliados americanos han pasado a ser una amenaza.
Nuestra economía puede resentirse con los aranceles y no digo ya nuestra seguridad gracias a su alianza con Putin. Ha llegado la hora de pararle los pies a ese mentecato. Nuestros nuevos amigos y aliados serán los chinos. Lo primero que deberíamos hacer es darle un bofetón a sus costumbres culinarias. A partir de ahora promocionaremos la apertura de restaurantes chinos. Donde antes hubiera un McDonald's, ahora parecería restaurante la gran muralla.
Muera la hamburguesa, viva el rollito de primavera, sería el lema de esta campaña. Un papel fundamental de este cambio de alianzas lo tendría nuestro Juanma, el alcalde. Lo enviaríamos a la China mandarina para convencer a los lugareños de que comieran aceitunas. Imagínense el pelotazo que daría nuestra industria local si a los millones de chinos les diera por comer olivas. Y a cambio, muy fácil, cambiamos la base americana por una base china y así ganamos en economía y seguridad. Sería una jugada maestra de nuestro alcalde que se convertiría en el nuevo Adalide de Europa. Trágate esa Donald Trump.