La Hoz de la Victoria
Firma de Opinión del arquitecto e ilustrador, Rafael Obrero
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La Hoz de la Victoria. Rafael Obrero
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El proyecto rescatado del edificio para un nuevo ayuntamiento en los Jardines de la Victoria ha reabierto un debate que se cerró hace 51 años.
Cuando el alcalde Alarcón encargó a Rafael de La Hoz su encaje, los pros y los contras eran los mismos que ahora.
A favor tenemos la necesidad acuciante de espacio para los servicios municipales, un emplazamiento más accesible y la oportunidad de corregir el error arquitectónico de Rebollo en Capitulares. (Eso da para otra columna de opinión)
En contra, la ocupación de una zona verde y el abandono del Casco Histórico de este importante equipamiento. Y no dejemos atrás la prioridad del gasto.
El edificio en cuestión, diseñado por el propio La Hoz, es un precedente formal del icónico edificio Castelar, con esos muros cortina de vidrio que parecen flotar en el aire. Un guiño arquitectónico que conecta el pasado y el presente.
Y aquí viene mi dilema. Por un lado, la cabeza me dice que la ordenación urbana no puede estar al vaivén de ocurrencias. Si ese eje se concibió como zona verde, lo lógico sería preservarlo y no restar ni un solo metro a los jardines, más bien al contrario, ir eliminando usos y construcciones. Pero por otro lado, ¿por qué no aprovechar la oportunidad de tener un edificio del arquitecto cordobés más relevante? ¿Acaso no contratamos a dedo proyectos de todo tipo, conciertos, esculturas…? ¿No deberíamos valorar el legado de La Hoz y su visión para la ciudad?
La decisión no es fácil. Hay argumentos de peso en ambos lados de la balanza. Pero lo que está claro es que este debate nos interpela como ciudadanos y nos invita a reflexionar sobre el modelo de ciudad que queremos. ¿Priorizamos la sostenibilidad, el respeto por los espacios verdes y el rigor administrativo? ¿O apostamos por lo contemporáneo y el legado arquitectónico?
La duda me atenaza, seguiré reflexionando hasta pinchar el globo sonda.