La "deshumanización" de la víctima, clave en el ciberacoso entre adolescentes según un estudio de la UCO
Los autores del estudio han realizado cuestionarios a casi 1.500 escolares
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El equipo investigador formado por Eva Romera, Blanca Álvarez y Daniel Falla.
![El equipo investigador formado por Eva Romera, Blanca Álvarez y Daniel Falla.](https://cadenaser.com/resizer/v2/2OMLCGSWUBCSNNZ6F7QIPPZCEI.jpg?auth=7d53a3a853dc8eeb097fbe48951ab469ccdc75a53f54e69a77020e11af9ad1a7)
Córdoba
Un estudio del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia (Laecovi) de la Universidad de Córdoba (UCO) ha abordado cómo la presión del grupo puede llegar a condicionar que los adolescentes se impliquen en comportamientos de ciberagresión y da nuevas pistas para orientar los programas psicoeducativos contra el 'ciberbullying'.
Tal y como ha indicado la institución universitaria en una nota, la presión del grupo en la adolescencia, una etapa en la que los menores empiezan a querer ser aceptados y a sentirse parte del mismo, está relacionada con la ciberagresión a través de una serie de autojustificaciones que hacen que quienes agreden no se sientan responsables de los daños que provocan en las víctimas, tal y como concluye el estudio.
Para que estos programas psicoeducativos sean efectivos deben tener en cuenta la gran variedad de factores (emocionales, morales y sociales) que influyen en la ciberagresión. Uno de esos factores está relacionado con el grupo de pertenencia.
Según ha explicado la catedrática de la UCO Eva Romera, una de las autoras del estudio junto a Blanca Álvarez y Daniel Falla, "la presión implícita o explícita del grupo hace que los agresores interpreten la situación de un modo diferente para reducir su nivel de culpa, responsabilidad o vergüenza". Es decir, la presión del grupo hace que los escolares puedan justificar su comportamiento y acaben tomando decisiones "contrarias a su propio criterio moral, pero valoradas de forma positiva dentro del grupo".
Según la investigación, realizada en 12 escuelas cordobesas a través de cuestionarios a los que respondieron 1.487 estudiantes de entre 11 y 17 años, esos mecanismos de cognición moral les permiten reducir la culpabilidad de quienes agreden y se manifiestan fundamentalmente en dos formas: la distorsión de las consecuencias y la deshumanización de la víctima. Esto es, o bien los agresores piensan que las consecuencias no son tan graves porque las víctimas no se quejan, o bien se produce una deshumanización de las víctimas al pensar que se lo merecen porque son inferiores o por su comportamiento (como si estas fueran las verdaderas responsables).
En menor medida, los adolescentes también reducen su responsabilidad en la agresión y acaban achacándoselas a otras personas (como a adultos por no vigilar) o a pensar que es algo colectivo, del grupo, y no exclusivo de quien agrede. Así, en palabras de Daniel Falla, "la frialdad de las pantallas provoca un distanciamiento moral con las víctimas y puede favorecer la relación entre la presión de los iguales y la ciberagresión". Por ello, es necesario atender a la conexión entre las diferentes variables para encontrar estrategias cada vez más específicas que ayuden a comprender un fenómeno tan complejo como este.
En este sentido, para el equipo investigador es importante que los programas de prevención trabajen la humanización y la dignificación de las cibervíctimas, ya que, en muchas ocasiones, estas no se personalizan o se pierden a través de la pantalla.