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Presentación del poemario ‘La Materia de los Sueños’ de Ana Moreno Soriano, para iluminar el mundo

La autora galduriense invita a “… Tomar la palabra desde nuestra conciencia para enfrentarnos a la injusticia, a la explotación, luchar por la libertad, es rebelarnos contra situaciones que no queremos ver…”

Presentación del poemario ‘La Materia de los Sueños’ de Ana Moreno Soriano, para iluminar el mundo

Presentación del poemario ‘La Materia de los Sueños’ de Ana Moreno Soriano, para iluminar el mundo

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Jódar

Este viernes en el ‘Espacio Andaraje’ Sede de Andaraje, Casa de la Juventud 1 ª Planta. Organizada: por la A.C. Andaraje ha acogido la presentación del libro ‘La Materia de los Sueño’ publicado por Utopía Libros, con prólogo ‘Soñar con palabras…Para darle forma al mundo’ de Carmen Domingo.

Presentación del acto a cargo de José Nieto, presidente de la Asociación Cultural Andaraje, presentación de la autora Isabel Herrera.

Intervención de José Nieto en la presentación del acto

Intervención de José Nieto en la presentación del acto / Antonio Plaza

Intervención de José Nieto en la presentación del acto

Intervención de José Nieto en la presentación del acto / Antonio Plaza

Nieto situaba a la autora como una de las pioneras del Folk en España, y la obra como una reflexión sobre la mujer y su lucha contra el patriarcado, con versos cargados de sensibilidad y fuerza nos sumerge en un universo de emociones, experiencias y sueños, “… Hoy en torno a la figura de Ana Moreno Soriano, aparte de otros méritos de su currículum, que por conocida de todos no vamos a insistir en ellos, yo por la parte que a mí me atañe, sí quiero decir que aparte de todos esos méritos de su doctorado, de sus publicaciones anteriores, de su compromiso político y social, aparte de eso es una de las mujeres pioneras del folk español, a nivel estatal, cosa que ya no le da importancia y tiene una gran importancia cuando se hace el análisis de cómo se gestaron todos aquellos movimientos. Es una de las pioneras no porque le correspondiera por edad, sino porque empezamos todos muy jóvenes y ella pues empezó muy joven, no por otro motivo.

Público asistente a la presentación del libro 'La materia de los sueños' de Ana Moreno

Público asistente a la presentación del libro 'La materia de los sueños' de Ana Moreno / Antonio Plaza

Público asistente a la presentación del libro 'La materia de los sueños' de Ana Moreno

Público asistente a la presentación del libro 'La materia de los sueños' de Ana Moreno / Antonio Plaza

Obviando esto, decir que es un honor y es un inmenso placer darle la bienvenida a esta noche, tan especial la presentación en Jódar de ‘La materia de los sueños’ el más reciente poemario de nuestra querida autora Ana Moreno Soriano.

Esta noche celebramos la culminación de un proyecto poético que nos invita a reflexionar sobre la mujer y su lucha en contra del patriarcado, un libro que a través de versos cargados de sensibilidad y fuerza nos sumerge en un universo de emociones, experiencias y sueños.

En ‘La materia de los sueños’, Ana Mari nos regala una obra que trasciende lo meramente estético para convertirse en un testimonio valiente y necesario, un poemario que alza la voz de las mujeres, que denuncia la injusticia y que reivindica su papel en la sociedad. Pero más allá de la denuncia, este libro es un canto a la esperanza, a la resiliencia y a la capacidad de las mujeres para construir un futuro más justo e igualitario.

Esta noche tenemos la oportunidad de escuchar de viva voz a Ana Mari Moreno, quien nos compartirá detalles sobre su proceso creativo, las inspiraciones detrás de esta obra y algunas anécdotas del proceso de escritura. Además, contaremos con la presencia de Isabel Herrera, amiga de la poeta, quien nos ofrecerá su perspectiva sobre el libro y su impacto en el programa literario actual…

También habrá un espacio de venta de libros donde podrá adquirir su ejemplar si lo desea y obtener además el valor añadido de la firma de la autora sobre el ejemplar. Os invito a disfrutar de esta noche literaria, a dejaros conmover por la belleza y la fuerza de los versos de Ana Moreno y a celebrar junto el nacimiento de ‘La materia de los sueños’...”.

Momento de la presentación de la autora por Isabel Herrera

Momento de la presentación de la autora por Isabel Herrera / Antonio Plaza

Momento de la presentación de la autora por Isabel Herrera

Momento de la presentación de la autora por Isabel Herrera / Antonio Plaza

La presentadora de la autora, Isabel Herrera, hacía un recorrido por la infancia y adolescencia de Ana Moreno en Jódar, recitando algunos poemas de sus distintas publicaciones, incluida ‘La Materia de los sueños’, “… Me han dejado a mí la responsabilidad de tener que hacer la presentación, no ya de los libros de Ana, que yo creo que esos se presentan solos, sino de hablar de ella. Y hablar de ella es complicado, porque todo el mundo habla de ella, todo el mundo conoce cosas de ella. Yo hoy voy a contar cosas de Ana que no sé si algunos las van a conocer o no.

Aprovechando que estamos en este espacio de la Asociación Andaraje, aprovechando que estamos en Jódar, voy a hablar de una Ana de hace poco tiempo, porque Ana pasó su infancia, su pubertad aquí en Jódar. Digo tu pubertad, no tu juventud, porque es joven la muchacha todavía lo es… Más que hablar de su formación académica, que es extensísima y muy vasta, de su participación en todos los acontecimientos luchadora, feminista, luchas políticas y demás.

Pues yo voy a hablar de una Ana que, como muy bien ha dicho el señor presidente de la Asociación, fue pionera en el Folk del grupo FOLC Andaraje, que por aquel entonces se llamaba ‘Nuestro Nombre’… Ella fue pionera junto con los primeros fundadores de este grupo. Ana continuó en Andaraje hasta que el grupo tuvo su diáspora por motivos de estudios, de trabajo. Unos tuvieron que ir a Granada, otros a Jaén. Ana se fue a Jaén, después continuó la carrera en Granada. Volvimos a coincidir en Granada. Y la verdad es que no hemos dejado de coincidir. Siempre hemos estado participando de actos y de todo lo que hemos podido. Bueno, pues decía esto, que Ana el vínculo con Andaraje es socia de nuestra asociación cultural.

Y con el pueblo, a la vista está. En fin, siempre su pueblo está presente en ella. Pues Ana, Ana Mari, no ha olvidado su pueblo. Y en sus poemas, independientemente, vuelvo a repetir, del compromiso político, del compromiso con la mujer, hay esa ternura inmensa de la que hablaba Pepe al principio, en la que llena todos sus versos… Habla de personas que a lo mejor vosotros, porque sois muy jóvenes, no la habéis conocido, pero yo sí, por ejemplo, su padre. Y ya lloramos…

Cuando yo abrí el libro de ‘Mujeres Tejiendo Alas’ y estuve leyendo, y llegué a la página 50 y me encontré con un poema que se llama ‘La tarde’. Y lo voy a leer. Voy a ver si soy capaz de leerlo. Porque yo que sí conocía a su padre, y además lo conocí de hablar con él y de tratarlo, lo vi aquí. Dice así:

‘Una nota inundaba la tarde

y el silbido era un beso de mi padre de vuelta del trabajo.

Yo corría su encuentro y sus brazos, cansados, siempre fuertes,

me alzaban en un vuelo.

Luego aprendí a silbar, ya adolescente.

El silbido era un juego, una complicidad,

una armonía de búsqueda y encuentro,

banda sonora en la que se fundían la distancia y el tiempo.

Ahora escucho el silbido de mi padre

que vuelve con el eco

y evoca la ternura de los labios,

silbidos como besos,

que cantan, comunican y acarician

todo en un mismo gesto.

Paraíso perdido de la infancia,

tan vivo en los recuerdos,

mi padre con sus brazos extendidos

y silbándome un beso.’

Los espacios de personas he escogido a su padre.

En espacios, Ana, Mágina la tiene siempre presente en los poemas. Esa sierra, esos cerezos en flor ahora de su Torres adoptiva y yo recuerdo muchas veces cuando leo poemas de Ana donde habla de la sierra, de las tormentas y demás. Me recuerdo a mí misma jugando a la ‘mariancha’ en la calle Carderón de la Barca porque yo aunque soy una niña del Ejido pasé la mayor parte de mi infancia con mi abuelo en la panadería en Andaraje y estábamos las niñas jugando a la ‘mariancha’en la puerta con aquellas manos llenas de sabañones hasta la herida de frío que entonces no teníamos frío y jugábamos allí a la ‘mariancha’ y entonces es lo que os digo en sus poemas, recuerdo eso mirar y ver el trozo de sierra que se veía desde la calle o se ve desde la calle Calderón de la Barca y luego después que estábamos jugando pues no sé, hasta la hora que nos dejaban. El timbre de entrada era nuestra madre en la puerta de la casa diciendo una frase, que era ‘No hagas que me quite la zapatilla’ y entonces automáticamente recogíamos el mensaje y entrábamos.

Cuando leo esos poemas me recuerdo esos paisajes míos. Ana habla también de olores, sus lilas porque aquí cultiva de todo, las lilas, los geranios, los don Pedro, los jazmines y estás leyendo y claro, yo vuelvo a lo mismo, yo es que siempre voy a lo mío, y yo recuerdo, vuelvo a repetir que la mayoría por lo que veo sois muy jóvenes y no vais a saber de lo que hablo, luego le preguntáis a alguien aquel olor de los don Pedro cuando subía la ‘cuesticilla’ del cine de Benítez antes de llegar, a lo que era la pantalla, ese olor que cuando entrabas te inundaba, yo recuerdo pues de la mano de mi abuelo, de la mano de mi madre el olor de los don Pedro… Ese olor a esos don Pedro, los jazmines en los patios de nuestras casas en el verano, en el patio de mi casa, que no era particular, precisamente, pasaba mucho rato, tuve que pasar mucho tiempo en el patio de mi casa porque aquellas madres que opinaban que teníamos que ser mujeres de provecho y teníamos que estudiar en el invierno y estudiar muchísimo porque teníamos que tener nuestras carreras, pero luego teníamos que ser mujeres hechas y derechas y teníamos que saber cocinar, y entonces bueno pues nada pues aquellos veranos en los que te tenías que poner coser y a bordar en el patio…

Me encuentro un poema de mi amiga Ana también en ‘Mujeres de Carne y verso’ que dice así:

‘A coser niñas

Plácida tarde en la modesta estancia

olor a pan y a leña

en la mesa camilla sobre un mantel de hule

un cesto de costura con botones de nácar

con puntillas y telas

se confundía el timbre de las voces traspasadas

por risas misteriosas y cómplices ruborosas

y francas reinas de su universo

cada tarde las manos nunca quietas,

mariposas de hilo volaban

con la aguja para alejar las penas

para atrapar un sueño e imaginar

a veces que un pañuelo pudiera ser la vela de algún barco

y luciría precioso al sol y al viento

con sus letras bordadas’.

La que tenía unas manos primorosas y que cosía magníficamente era tu madre y mirad en ‘Mujeres tejiendo alas’ lo que dice Ana dice el poema lo titula

‘La caricia del tiempo

Me he puesto una camisa de mi madre

que tenía guardada en el armario

he sentido en mi piel el tacto de esa tela sencilla

que mi madre compraría en la tienda del pueblo

y después cortaría con pericia

armada de tijeras y una regla midiendo

con cuidado traspasada después de hilo y aguja

me punteaba a máquina

y acababa con mimo como fina labor en los ojales

con botones de nácar dobladillos perfectos y simétricos

como todas las prendas que ponía en sus manos.

Costurero en las tardes de mi infancia

del que salían milagros.

Me he puesto la camisa de mi madre

y he sentido su olor,

su olor vivo en cada costura su risa cantarina,

la ternura y la magia de su abrazo.’…

Pero hablando de lo que decimos de las mujeres de tu pueblo, esas mujeres de entonces que son las que yo veo muchas veces reflejadas aquí porque fueron la base que estamos nosotras. Aquí esas mujeres que se levantaban bien tempranito muchas hacer capacho, otras pues arreglar la casa, atender los hijos y demás, no paraban ni todo el día pero cuando llegaba el atardecer a la noche, si era verano arrastraban su silla de enea. Se sentaban en la puerta de la calle y se ponían a charlar con las vecinas, no había facebook, no había whatsapp, no había tiktok y entonces pues ahí era donde se informaban de todo lo que pasaba. Pues mira fulanica tu Paquito ya se ha ido a la mili pues si ya se va a la mili y la Mari ha tenido mellizos, ya han venido los primeros melocotones de la Moraleda, y echaban sus conversaciones, sus tardes pero las manos como bien dice, nunca estaban quietas siempre tejiendo, a lo mejor tejiendo un babi para los mellizos de la Mari o zurciendo poniendo una pieza a los pantalones de Pepito porque si se arrastraba y se rompía los pantalones jugando a las bolas, se le ponía una pieza y seguía adelante esas manos tejiendo, esas manos laboriosas, esas manos fueron yo creo las que empezaron a tejer nuestras alas. Aquellas manos que yo creo que la mayoría de ellas ni lo sabían lo que estaban haciendo, pero no querían nada más que nosotras fuéramos diferentes. Yo creo que acabaron consiguiendo, porque bueno si hemos conseguido participar de una asociación cultural, si tenemos aquí a los chicos escuchándonos, esto es un exitazo o sea, que creo que casi que sí que lo consiguieron...

Yo también me he hecho una pregunta cuando me pongo a leer digo, bueno, esto las columnas que escriben los diarios digo, bueno, y Ana, ¿cómo le empezaría el gusanillo ese de querer escribir? ¿qué la motivaría? ¿qué le diría? venga Ana, anímate y tal bueno pues, una vez más, ya en ‘La materia de los sueños’ encuentro lo siguiente dice así:

‘¿Quién supiera escribir?

Con un suspiro recitaba la abuela aquellos versos

en un libro de páginas gastadas

y yo, tan niña entonces

pensaba en mi cuaderno

y en mi lápiz con su punta afinada

y quería escribir

que aparecieran sobre el papel

las letras las palabras que nombraban el mundo

y así quise, despacio y buena letra

que fueran esos signos materia de mis sueños

y sostén de mis alas

¿cuántos papeles hay emborronados?

¿cuántas letras vacías?

y sonidos que no decían nada

esperando y buscando en cada verso

el pálpito del alma

¿quién supiera escribir?

con un suspiro del corazón que busca las palabras’…

Una mujer la que la anima a escribir y yo creo que así empieza todo con su abuela por eso lo que os digo ni ellas mismas fueron conscientes de lo que estaban tejiendo pero lo consiguieron…”.

La autora

Ana Moreno, definía la obra como un libro lleno de emociones y sentimientos compartidos, palabra, conciencia y ternura recogidas de muchas experiencias de mujeres, “… Me siento muy feliz por estar en Jódar y por estar en este espacio de Andaraje. Estoy en mi casa, y después de escuchar las palabras de Pepe, las palabras de mi amiga del alma, Isabel, pues me siento emocionada, no podía ser de otra manera. Siempre me emociono cuando vengo al pueblo, porque Jódar es un lugar del que nunca nos vamos.

Porque yo creo que la infancia es donde construimos, donde cogemos los mimbres para construirnos como personas. Y yo viví aquí la infancia, la pubertad, y después no dejo de venir nunca a este pueblo, de volver, de venir, porque no me he ido en realidad nunca. Y también porque cada vez que vengo me siento muy bien, muy feliz de saludar, de abrazar amigos y amigas. Algunos los conozco desde toda la vida, otros más recientes, pero la verdad es que me siento muy a gusto aquí.

Vamos a hablar de ‘La materia de los sueños’, ya después de todo lo que ha dicho Isabel, que yo creo que lo ha hecho muy bien. Isabel me conoce muy bien, pero además yo creo que lo que hoy me decía una amiga que estaba leyendo el libro, y que ha perdido recientemente a su madre, y que el libro le estaba ayudando también un poco a llevar mejor el duelo.

Yo creo que las emociones y los sentimientos que aparecen en este libro son emociones y sentimientos compartidos. Por lo tanto, yo no pretendo decir nada raro, pero lo que digo está ahí, se expresa en el libro.

‘La materia de los sueños’, yo creo que hay tres cosas que forman ‘La materia de los sueños’, y son la palabra, la conciencia y la ternura.

Pero además eso que aparece en otras cosas que yo escribo, pues bien en las columnas que escribo para el periódico, en algún libro de ensayo que también tengo, eso aparece, pero cuando además escribo un libro de poesía, pues la poesía es algo más. La poesía es un intento de decir algo, pero también de conocer algo. La poesía es conocimiento y comunicación.

Y además tienes que hacerla de una manera especial, tienes que buscar las palabras adecuadas, tienes que buscar la imagen adecuada. Hay siempre una tensión cuando nos enfrentamos a escribir poesía, hay siempre una tensión entre querer decir algo y cómo decirlo. Y además que todo eso sorprenda por su belleza.

Entonces yo voy a leer el primer poema que se titula ‘La palabra poética’, que es la primera parte del libro dedicado, como digo, a la palabra. Y dice así:

‘Esculpidas en piedra las palabras

o grabadas a fuego,

borradas en la arena por las olas,

reveladas, tachadas, pregonadas,

llevadas y traídas por el viento.

Penetran el misterio,

iluminan lo oscuro

y despliegan la vida ante los ojos;

palabras que son puente, escala, vínculo:

la palabra poética.’

La palabra que nunca es inocente, la palabra que muchas veces enmascara el mundo, pero que queremos que sirva para iluminar el mundo.

Sabemos que la palabra es poder también y las mujeres nunca, durante muchos años, hemos podido tomar la palabra. En los últimos años, en los últimos tiempos, gracias a una lucha de siglos, las mujeres podemos escribir, podemos leer, podemos intervenir en el espacio público, pero no siempre ha sido así. Y yo creo que tomar la palabra entre nosotros para explicarnos, para contarnos el mundo tal y como lo vemos.

También para recordar cómo lo vieron otras mujeres, como explicaba muy bien Isabel, para decir cómo queremos que sea el mundo, para soñar y para conseguir que sea como lo soñamos. Todo eso es lo que queremos cuando tomamos la palabra. Y al hablar de la palabra siempre lo uno con la libertad, porque tomar la palabra es un ejercicio de libertad.

‘EL SUEÑO DE LA LIBERTAD

Ella sueña palabras,

las cobija en su pecho,

las dibuja en el techo de la alcoba

ocultando su brillo,

las deletrea una a una en voz baja,

las descompone en sílabas, las compone de nuevo

y las contempla con ojos insomnes.

Ella sueña unas alas

que levanten su brazo en un vuelo

y las teje en silencio, sigilosa,

y les borda una lágrima, un suspiro…

Son las alas que la llevarán lejos:

al lugar donde viven las palabras

en libertad y dicen,

yo soy yo, yo soy libre...’

Porque es verdad que la palabra es la primera forma que tenemos de comunicarnos con el mundo, es la primera percepción que tenemos de la realidad. Lo que no se dice es como si no existiera. Por eso algunas veces se callan muchas cosas, hay que decir las cosas, hay que aclarar lo que significa, hay que construir el mundo con la palabra.

Pero esto no siempre es fácil. ¿Y cómo intentamos poder hacer eso? Pues mirando alrededor y teniendo conciencia de la realidad en la que estamos. Cuando miramos alrededor, para tomar la palabra lo hacemos las mujeres desde nuestra conciencia, desde nuestra condición de mujeres.

Y entonces nos damos cuenta de que hemos vivido durante mucho tiempo y seguimos viviendo en una sociedad dominada por el patriarcado.

El patriarcado muchas veces no es una cosa que digan, ¿dónde vive el patriarcado? El patriarcado es un conjunto de pactos entre los hombres para que las mujeres ocupemos un lugar determinado en la sociedad. Entonces tenemos que ser conscientes de esa situación, tenemos que ser conscientes.

Y muchas veces nos cuesta trabajo porque tomar la palabra desde nuestra conciencia es enfrentarnos a la injusticia, a la explotación, luchar por la libertad, es rebelarnos contra situaciones que no queremos ver.

También sentimos el dolor, sentimos la angustia, sentimos la desesperanza, sentimos la ira, pero nunca llegamos a la desesperación. Siempre tenemos la esperanza de que las cosas pueden cambiar y para eso no solo tenemos nuestro presente, sino también la memoria de la lucha de las mujeres de mucho tiempo.

Voy a leer un poema que se titula ‘La fuerza del corazón’ y que creo que va también en esa línea:

Se levantó la aurora - hora violeta –

y en la mañana congelé mis lágrimas

y las guardé en el fondo del costado,

donde sangra la herida de un recuerdo.

Luego saqué mi corazón al sol,

mostré al cielo mis manos extendidas

y me bebí la luz de la mañana

con el primer café... Sentí el silencio

roto, lejos por el canto de un pájaro

y el maullido e indolente de ese gato

que trepa un árbol frente a mi ventana.

Un nuevo día como un interrogante

se deslizó en mi piel, entró en mi pecho

y traté de aprehender su aliento cálido,

pero el frío calaba hasta la médula.

Corazón, no te rindas… Es que, a veces,

“buenos días” son solo unas palabras

que no entienden de amores ni de sueños...

Y rescaté de nuevo la esperanza,

dibujé unas sonrisas de colores,

dulcifiqué mis ojos y mis manos

levantaron un vuelo de palomas.’

Sabemos que no es fácil, muchas veces, nadar contra corriente y muchas veces es la única manera en la que podemos avanzar, porque si queremos ser alternativas a muchas cosas que no nos gustan. Pero, como decía antes, tenemos el testimonio no solo de las mujeres de ahora, sino también de las mujeres que vienen de nuestra historia, que vienen de lejos.

Y esas mujeres que han utilizado y que han hecho durante tantos años los oficios del corazón. Y que yo voy a leer uno que para mí es especialmente emocionante, al que ya hace alusión también Isabel.

‘En tus manos el dedal y la aguja,

los hilos y las telas que cortabas,

y, por arte de amor y de trabajo

convertías en prendas delicadas.

Pero entre prenda y prenda, tú sabías

suturar los desgarros en el alma,

abrochar realidades y deseos

y prenderme unas alas en la espalda.’

Esa era nuestra madre, efectivamente. Yo hace ya unos años escribí una columna que se titulaba «Las madres del 8 de marzo», una columna en el periódico, porque es verdad que nuestras madres no sabían lo que era el feminismo y que no se consideraban feministas, evidentemente.

Nosotros entonces tampoco lo sabíamos cuando éramos adolescentes. Pero cuando se celebró el primer año internacional de la mujer en el 75, las madres decían que no lo sabían. Pero es verdad que nos ponían a estudiar, aparte de ponernos a coser, nos ponían a estudiar y querían que hiciéramos cosas que ellas no habían hecho. Unían ese deseo de que ellas no habían podido hacer muchas cosas, pues lo unían al deseo que nosotras teníamos de poder hacerla en un futuro. Y efectivamente lo hicimos y gracias a ellas. Yo además hablaba antes, Isabel, de mi padre, de mi madre, de mi abuelo. Yo tenía la suerte de que mi padre, yo soy de una familia obrera, en mi casa no había muchos libros, pero los pocos libros que había se cuidaban. Y mis padres querían mucho los libros, tenían un especial cariño a los libros y a que estudiáramos y nos inculcaban ese hábito. Yo desde que era pequeña me daban el dinero para la chuchería los domingos y yo me compraba un tebeo de ‘Azucena’. Y para mí aquello era una maravilla. Y cuando llevaba un libro a mi casa, yo empezaba a comprar algunos libros y eso mis padres lo celebraban. Y para mí eso no se me olvidará nunca.

Ayer precisamente presentando este mismo libro en otro sitio, ahí estuvimos en la Carolina, yo recordaba una anécdota. En mi casa había un libro que era las mil mejores poesías de la lengua castellana, me imagino que en muchas casas existía ese libro. Y yo ahí me acostumbré a leer poesía.

Yo empecé a leer poesía, cuando yo ya puedo decir que estaba leyendo literatura más seria, aparte de los cuentos y de las fotonovelas, yo empecé a leer poesía. Había una poeta uruguaya, Juana de Ibarbourou, que tenía un poema que se titulaba ‘A la higuera’. A mí me gustaba mucho y yo lo repetía muchas veces.

Y cuando en mi última etapa como profesora en la universidad, era uno de los poemas que yo quería que comentaran los alumnos y alumnas conmigo y se rompió el proyector. Y entonces pues estaban allí, ¿qué tal tenemos el proyector? Pues ya no vemos el poema. Y yo, no, no, no, no preocupéis, que lo sé de memoria. Entonces le hice que lo copiara y después lo comentamos. Pero es que es muy gracioso porque ayer, cuando estuvimos en la Carolina, un amigo que estaba allí, oye, ¿por qué no recitas el poema de Juana de Ibarbourou ‘A la higuera’? Digo, ah, pues ahora mismo le recitaré el poema de Juana de Ibarbourou.

Que yo además, en ese espacio de Sierra Mágina del campo, que yo soy pues serrana ya, más serrana que mi marido incluso, allí tenemos una higuera y yo incluso he puesto el poema, precisamente ilustrándolo con una foto de esa higuera que te acordarás de ella.

Bueno, pues como decía, esa magia de los libros, esa magia de esa experiencia compartida. Pero en los poemas estos que aparecen aquí hay algunos poemas duros porque hablan de tristeza, hablan de ira. Algunas veces decimos, no te guardes la ira. No, es que hay muchas situaciones contra las que hay que luchar. No se trata de resentimiento, ni de rencor, ni de nada. Pero hay que estar airados contra situaciones que nos parecen injustas.

Y bueno, pero también hay pues muchos poemas de esperanza, de solidaridad. Y sobre todo de la solidaridad y de esos sentimientos compartidos. Yo creo que hay muchas cosas que puede hacer una persona sola, evidentemente, pero las cosas grandes las hacemos los grupos de personas, la gente junta.

Y voy a leer otro poema que habla precisamente de eso. La montaña.

Me dijeron, “la fe mueve montañas”

Y, armada de palabras y de fe

la contemplé confiada y expectante…

Escuchaba el silencio de la roca

con murmullos de viento

y miraba la cumbre majestuosa

coronada de sol.

Pero pasaban pájaros y nubes,

noches, lunas, auroras…

y la montaña, ay, no se movía.

Al fin, abrí las manos

y concentré toda mi fe en un grito

y el eco respondió desde muy lejos

con palabras y abrazos…

Sentí que la montaña empezaba a moverse..

y nos miraba.

Como decía, las mujeres que hablan en estos poemas, a medida que van comprendiendo todas las contradicciones, tienen también la capacidad de expresar la ternura.

Es el tercer apartado del poemario y la ternura es, como dice la poeta Olga Toparzu, es la forma más sencilla del amor, más humilde de amor, pero es saber reconocer a las personas que tenemos al lado, reconocerlas como son y salir de nosotros mismos y hacer vínculos de solidaridad y de unión con esas personas.

Hay un artículo de Irene Vallejo, yo lo leí hace mucho tiempo y me llamó mucho la atención, porque decía que la naturaleza ha dotado a los animales de garras para defenderse o de dientes o de uñas. Sin embargo, las personas no nos han dado nada de eso. Una persona sola en un accidente, en un bosque o lo que sea, se puede morir.

De hecho, la antropóloga Margaret Mead dice que el primer signo de civilización es un fémur roto, un fémur fracturado, pero que después alguien tuvo el cuidado de arreglarlo.

Yo creo que las personas necesitamos juntarnos con otras. La forma de la ternura es esa necesidad que tenemos de estar juntas para defendernos, para luchar contra lo que no queremos que ocurra y para compartir desde lo que nos pasa, los sentimientos, las emociones, hasta el pan y el fuego, que es tan importante.

Porque la ternura no es debilidad, es fortaleza, es la capacidad para actuar sobre lo que queremos proteger. Y cuando conseguimos utilizar la palabra desde nuestra conciencia para expresar esa ternura, yo creo que conseguimos algo muy parecido a la felicidad. Yo pensaba que Isabel iba a leer ese poema que le dediqué a ella, pero como no lo ha leído, pues lo voy a leer yo.

Porque a mí me gusta mucho este poema.

En el libro hay dolor, hay tristeza, hay ira, hay pérdida, hay muerte, pero también hay felicidad.

‘No tengo tiempo de no ser feliz.

Amaso cada día en la cocina

el pan de la esperanza, lo fermento

con risa y ternura.

Luego le saco brillo a las palabras

para alumbrar la casa y los caminos,

para cantar, para escribir poemas,

para soñar despierta.

Miro mi corazón para encontrarme

con la gente que quiero, en mi memoria

pespunteo sus nombres, veo sus rostros,

me digo que los amo.

Simultaneo respuestas y preguntas

con las que construir un mundo nuevo,

un mar sin tumbas, aire limpio, un cielo

para contar estrellas.

Me distraigo con un rayo de sol,

con el canto de un pájaro. Me gusta

saludar a la gente por la calle,

cruzar una sonrisa.

Y, por la noche, tengo el refugio cálido

de unos brazos, de unas palabras tiernas

que repiten “te quiero” muchas veces

- Creo que veintiocho… -

Sucumbo a la belleza cada día:

No tengo tiempo de no ser feliz.’

Como digo, la palabra, la conciencia y la ternura son el material con el que construimos los sueños. El material con el que nos enfrentamos cada día a la tristeza, a la violencia, a la injusticia, a las muertes en el mar, al genocidio en Palestina, al gobierno Trump en Estados Unidos, que parece que va a tener consecuencias, desgraciadas, para todo el mundo, por su política espectáculo.

Las mujeres nombramos, aquí hay mujeres distintas, que cada una expresa. Este libre está hecho de testimonios, de confidencias, de lecturas, de sentimientos… Esas mujeres que se expresan en distintos momentos de su vida, nombran la realidad, entienden porque es así la realidad, sueñan otra forma de ser y estar en el mundo y se juntan, nos juntamos para hacerla posible. De eso se trata ‘La materia de los sueños’ y yo espero que las personas que lo leáis después o lo que hemos dicho aquí esta tarde, que sirva también eso…

Para mí es un auténtico placer, por estar aquí con mis amigos y amigas de toda la vida, por ver a mis paisanos y a mis paisanas, por compartir con todos vosotros esta tarde de palabras y de sueños, porque soñar otro mundo es ya luchar por transformarlo, como decía antes.

Pero yo cuando presento un libro me da mucha alegría porque también creo que estoy cumpliendo con un compromiso feminista. Las mujeres durante mucho tiempo hemos sido objetos poéticos. Y bueno, pues las mujeres aparecíamos en los títulos de los libros y aparecíamos en los libros como protagonistas.

Bueno, pues hay muchas oportunidades que asientan. Por otra parte, novelas magníficas, Madame Bovary, La Regenta. Incluso aparecíamos trozos de mujeres.

En los poemas de Bécquer pues aparecen los ojos, bueno, de Bécquer y de todos los románticos y de todos los poetas. Son unos ojos, una boca, un pelo, pero las mujeres hemos luchado mucho por ser sujetos poéticos. Y durante mucho tiempo a las mujeres se nos ha silenciado y se nos ha invisibilizado.

No hace tanto tiempo, Isabel y yo hemos sido compañeras de carrera y entonces no estudiábamos las mujeres del 27, estudiábamos los hombres del 27, los poetas del 27, pero no las mujeres del 27, por ejemplo. Ahora mismo hay una exposición en Madrid que es sobre María Lejárraga. Sabéis que escribió toda su obra con el nombre de su marido, Martínez Sierra. La exposición se llama ‘Una mujer en la sombra’ y precisamente la comisaria de la exposición es Carmen Domingo, que ha escrito el prólogo de este libro. Quiero decir que las mujeres durante mucho tiempo hemos podido ser objetos literarios, porque hablaban de nosotras, pero no podíamos tomar la palabra para ser nosotros sujetos. Entonces yo cuando escribo un libro lo celebro como una victoria más, no una victoria personal, sino como algo que estoy aportando también a la lucha por tener los mismos derechos que los hombres.

Y ahora ya, afortunadamente, no estamos en los tiempos de Virginia Woolf, cuando ni siquiera podían tener una biblioteca. Entonces podemos escribir. Para mí eso es una gran satisfacción.

Pero también es verdad que cuando se escribe un libro no es solo una tarea personal, o un esfuerzo personal, claro, pero cuando tú ya encuentras el texto antes en papel y ahora ya en el ordenador, pues después necesitas que te ayuden. Te ayuden hasta que ese libro se convierta en esto, una idea que después es un texto, pero después se tiene que convertir en un libro. Y claro, yo creo que hay que agradecer a las editoriales que se encargan de eso, a las librerías, a las personas que te... Bueno, pues a Carmen Domingo, por ejemplo, que ha hecho el prólogo, a una amiga que me dejó este cuadro suyo para que estuviera en la cubierta, a otro amigo que me hizo la foto para la solapa, pues todas esas, a las personas que en algún momento lo leen, a las personas que en algún momento leen algo y te dicen ¡ay, pues me ha gustado mucho! Pues todo eso es verdad que forma parte de ese esfuerzo, que como digo, empieza un esfuerzo personal, pero si no contáramos con todo eso, un libro podría ser maravilloso en cuanto a su edición, brillantemente escrito, pero no llegaría nunca a la gente.

Y evidentemente estos momentos de encuentro con los que podemos hablar de libros pues son fundamentales. Y yo pues entonces, en ese sentido, pues vuelvo a decir otra vez que estoy contenta pues por juntarme esta tarde aquí con vosotros y con vosotras y poder hablar de este libro. Y que yo espero pues que alguna palabra de estas pues llegue al corazón y que os sirvamos para seguir soñando ese mundo que queremos cambiar porque nos parece que no es el que nos hace más felices y queremos ser más felices y tener más derechos y vivir mejor en otro mundo.

Pero voy a terminar ya con dos versos, con dos poemas, perdón, porque mira, la semana pasada estuvimos también Luis y yo aquí en la charla que dio Manuel Amezcua sobre ‘Creer y sanar’. Y entonces yo recordaba un poema, claro, en esa sabiduría que él hablaba de las mujeres y esa forma de organizar y que están haciendo. Además me pareció una cosa interesantísima, incluso al final comentábamos incluso de ir a esa casa que tienen en Cabra para conocer.

Pues yo recordaba un poema que escribí también recordando a mi abuelo y que se titula ‘La vida y la magia’ y que dice así:

El abuelo formaba un arriate

arrimando a la tapia tierra y piedras,

con cuidado, esparcía la simiente,

le daba el agua justa, el sol del cielo

y al cabo de unos días germinaban

y eran tallos y hojas diminutas

antes de ser albahaca o alhucena,

perejil, hierbabuena, manzanilla…

e inundar de color y olor el patio.

Y la abuela hacía magia en la cocina,

combinaba en los platos

toda una sinfonía de sabores,

maceraba las hierbas

para hacer un perfume de lavanda

o el licor de las fiestas,

secaba flores blancas y amarillas,

- pequeñas margaritas - en manojos

que serían un líquido precioso,

consuelo y cura para muchos males.

Huele albahaca, sus flores y sus hojas

me devuelven la infancia,

mi corazón se inunda de colores

y de aromas, y es de nuevo aquel patio

el lugar del amor y la memoria.’

Bueno, pues esto es que cuando estamos en Torres tenemos plantas de albahaca y yo al oler la albahaca recuerdo todas estas cosas y pienso en mi abuela, en mi abuela en la cocina y en mi abuelo cultivando en el patio aquellas plantas aromáticas que nos llenaban de olores y de sabores en nuestra infancia.

Y ya sí que voy a terminar de verdad, os doy otra vez las gracias, pero voy a terminar con un poema de amor, porque también hay poemas de amor.

He dicho que en el libro la ternura es la forma más sencilla del amor, pero aquí hay amores de todo tipo, hay mujeres que aman, mujeres amantes y amadas, amigas, hermanas, madres, hijas, todo ese amor está recogido en varios de los poemas de este libro y yo voy a hablar del último poema que se titula ‘Amor mío’ y que me gusta mucho.

‘Lo que de ti más amo

no es que me traigas flores,

aunque yo soy feliz

con cada nueva rosa.

No es la copa de vino

que me ofreces, el brindis

y los buenos deseos.

No es que escuches canciones

ni que leas un libro,

ni que viajes conmigo.

Lo que de ti más amo

es que sea cada rosa

el motivo de un beso

y que vaya en tus manos

de la copa a mi talle,

que recuerdes mi música

y me cuentes mi libro,

que los viajes sean

siempre un camino nuevo.

Porque lo que más amo

es el corazón tierno

que se asoma a tus ojos

cada vez que me miras,

cada vez que te miro…

(y que tú pestañees y

disimules. ¡Ay!).’…”.

La presentación se cerraba con la autora, Ana Moreno, que se sometía a las consideraciones y preguntas del público asistente, además de la tradicional venta y firma de ejemplares por ella misma.

 
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