Sevilla pierde a dos buenos vecinos
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobre la figura del catedrático Enrique Valdivieso, que apareció muerto junto a su mujer en su casa de la calle Mateos Gago
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Sevilla pierde a dos buenos vecinos
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Sevilla
Enrique Valdivieso era un castellano de Valladolid que entró en Sevilla por la vía de la excelencia universitaria. A punto ha estado de cumplir los 50 años de una plena y natural integración que desmiente leyendas y bulos sobre el carácter cerrado de los sevillanos. Catedrático de los que van quedando pocos. Maestro en una sociedad que ya no otorga a casi nadie esta consideración porque el prestigio cotiza a la baja. Formaba parte del paisaje del centro, de su barrio de Santa Cruz y los alrededores. La prueba del éxito de su integración estaba en que era conocido exclusivamente por su apellido. Valdivieso sin más era el experto en Arte, el profesor, el catedrático, el sabio al que tantas veces se recurría para las consultas. Es propio de los maestros ser conocidos simplemente por el apellido. Y él lo consiguió de forma natural.
Debía tener claro que había vida más allá de la Universidad, porque un día cumplió su ilusión de conocer a Morante de la Puebla, con el que compartió mesa y mantel gracias a la mediación de Joaquín Moeckel. Al torero le mandaba libros de Arte. Así se trataron el experto en Arte… y el artista.
Valdivieso y su mujer, la latinista Carmen Martínez, fueron dos buenos vecinos, de esos que necesitan las grandes ciudades. Gente que aportaba cultura, conocimiento y saber estar en la sociedad de la prisa, el consumo, el ruido y el pelotazo. El destino ha querido que los perdamos. El domingo fue muy malo para Sevilla. Ni ciudades como la nuestra pueden ganar todos los días.