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Las vías pecuarias: Un patrimonio de todos que parece no ser de nadie

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LAS VÍAS PECUARIAS: UN PATRIMONIO DE TODOS QUE PARECE NO SER DE NADIE

Pasear por nuestras cañadas, por nuestras hijuelas, por lo que queda de las vías pecuarias en torno a Jerez es, en la mayoría de los casos, llorar.

Jerez cuenta desde antaño con una extensa red de caminos rurales que con una longitud aproximada de 525 km. y una anchura media de 52 m. ocupan una superficie de 3.089 hectáreas. Un patrimonio común, que pertenece a todos los jerezanos y que es preciso conservar al que la normativa protege como "bienes de dominio público, que no son susceptibles de prescripción, ni enajenación, ni podrá alegarse para su apropiación el tiempo que han sido ocupadas ni legitimarse las usurpaciones de que han sido objeto".

Sin embargo, en Jerez, lo relativo a las vías pecuarias parece no importar a nadie. Hace unos años Ecologistas en Acción presentó un amplio informe en el que demostraba, con un completo dosier fotográfico, el progresivo deterioro de estos espacios públicos. Las administraciones implicadas a las que se remitió copia, no podrán alegar ignorancia de las usurpaciones y ocupaciones que entonces se denunciaban. Lo lamentable es que en estos años apenas se ha intervenido y que las irregularidades continúan.

Ahí están para demostrar esa evidencia la Cañada de Albadalejo, junto a Estella, con construcciones, en muchos casos, para segunda residencia. O la de Vicos, llena de cabañas y huertos. En la denominada “Puerta verde” de Jerez, parcelas colindantes han incorporado parte del trazado a sus fincas. La Cañada de los Arquillos, en el Mojo, ha sido cortada por unos ganaderos para su uso particular. La Cañada Real de la Isla, en los alrededores de la Subestación de las Quinientas, ofrece todo un muestrario de irregularidades. La Cañada de la Loba, junto a la carretera de Sanlúcar, es un ejemplo de la degradación del entorno urbano como vertedero, como la Cañada Ancha, donde los escombros de obras crecen cada día.

Las vías pecuarias tienen un valor natural, histórico y etnológico de primera magnitud y constituyen un patrimonio público de enormes potencialidades ecológicas, paisajísticas, turístico-recreativas. Solo falta que los ciudadanos desaprensivos que las ocupan y degradan dejen de hacerlo y que las administraciones que deben velar por su buen estado se lo tomen en serio. Antes de que desaparezcan para siempre.

Agustín García Lázaro.

 
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