El “trumpismo” latino
La opinión de Andrés Recio
Morón de la Frontera
Podríamos jurar por lo más sagrado que nos importa un carajo Trump, su actualidad y toda la cohorte de multimillonarios analfabetos e ignorantes que le halagan su flequillo color panza burra. Pero en el fondo la realidad es otra bien distinta ya que muchas de las medidas que adopte esta caterva de porcinos venidos a más influirán, de un modo u otro, en nuestra existencia y en la de las personas que queremos. Es lo que hay.
Andrés Recio, El trumpismo latino
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Ambicionábamos una aldea global y ya la tenemos montada. Pero lo que llama mucho la atención, y sobre lo que se ha hablado muy poco, es sobre el corte medio del votante que ha instalado en el trono al culo del orangután rubio con flequillo toldero. Los humanos, favorecidos por la rutina y por una especie de concatenación de actos reflejos, nos acostumbramos a todo sin mirar atrás, y podemos perder la personalidad propia en favor del flujo general de opinión que todo lo invade, o dilapidar nuestra esencia y hacerla invisible como invisible se vuelve, por consabido, el elemento fundamental que nos da la vida: el oxígeno.
Una de las medidas estrella que voceaba el rubio ario era la de deportar en aviones y barcos a miles y miles de inmigrantes de América Latina que de un modo u otro lograron posar sus pies en la tierra del Tío Sam. Y ya es casualidad -o paradoja demoniaca- que una de las corrientes de votantes más numerosas que ha elegido al psicópata Donald como Dios justiciero sea la que conforman millones de latinos afincados en USA, hermanos de raza y costumbres de los que ya, en estos momentos, están siendo expulsados como manadas de ovejas hacia sus lugares de origen.
Y todo este entramado democrático tan edificante le trae a uno a las mientes, una vez más, aquella reflexión del filósofo rumano Emil Ciorán: “Cuando me busquéis siempre me hallaréis al lado de los oprimidos, pero sin olvidarme ni un segundo que están hechos del mismo barro que los opresores”. Porque podemos afirmar que estos votantes latinos -más o menos acomodados, más o menos aburguesados- estaban perfectamente al corriente de las políticas xenófobas contra los de su clase y condición que el entonces candidato incluía en su programa y que ladraba ferozmente a los cuatro vientos. Pero aun así dispararon los fusiles contra los suyos, en forma de votos, o sea, con meditación, con estrategia y con tiempo. Con la traición más dolorosa que es aquella que se transforma en ley, una ley hecha con aquel barro sobre el que bailan los mismos opresores y los mismos oprimidos. En este caso una ley asentada en la exclusión, en la cacería, en el odio y en la vejación.