Donde habita la memoria
La opinión de Lola Fernández
Morón de la Frontera
Tomo prestado el título de este comentario del último libro de mi admirado Antonio García Barbeito para empezar este comentario que trae grabado en las palabras el amor y el dolor en el mismo peso.
Lola Fernández, Donde habita la memoria
03:11
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Enero se despereza como mes nuevo a la vida mientras arrastra la continuidad de desplazar lo bonito de lo doloroso, como son los recuerdos, los que habitan en la memoria, que no dejan que seamos felices del todo.
Enero, este enero y estos días te retuercen en el alma, te castigan a ver el mundo y la vida misma como algo perdurable, cuando no es ni la milésima parte de lo imperdurable, porque somos perecederos, aunque nos empeñemos en pensar lo contrario.
Cumplir años es la tarifa que pagamos por estar vivos, aunque hay veces que vivir los aniversarios te hagan huir de los días y de las rutinas, para desaparecer y encontrar la paz en el cuerpo y en el alma.
El tic tac del reloj te trae a esa rutina que siempre te espera, volver a ese silencio que vuelve a mirar con los ojos nublados y donde existía dolor por la ausencia de un ser querido, en un acto de enorme fe, se vuelven a abrir las heridas marcadas a fuego, las de los corazones rotos, compartiendo toda esa herida profunda que deja la muerte.
Hemos vuelto a recordar tu sonrisa, las de tus niños, las que aprendieron a esbozar donde se bebe el amor y en la fortaleza de una madre y una esposa.
Seguiremos cuidando de los tuyos, los seguiremos arropando con todo el amor que sentimos, pero el dolor sabe escoger los momentos más amargos y a pesar de los sinsabores, han sabido seguir hacia adelante con la entereza y fortaleza que solo el ser humano entiende, sabiendo además que desde allá arriba está el motor que lo impulsa todo.
Y en todos esos días de hace ya un año, no ha faltado en la memoria lo que en el corazón se escribe y se siente, sin más, el nudo en la garganta y la sal en la mirada, la que convierte el infinito del horizonte con el cielo, en una carga enorme.
Y en ese equilibrio que da la vida viajaremos, a veces sin rumbo fijo, porque como dice un amigo mío:
Vivir es una balanza. En un plato esta la luz que lo ilumina todo, una luz blanca, absoluta, llena de alegría y en el otro plato hay oscuridad y desasosiego. Y a pesar de todo, cada día, debemos mantener ese equilibrio, vivir entre dos mundos que se necesitan.
Donde habita la memoria vive el corazón y donde vive el corazón habitan los recuerdos.
Y que a pesar de los días grises, siempre podamos colorear nuestras mañanas, aunque sea con una sonrisa tímida, impoluta.
Y seguiré poniendo en mi boca y en el aire, los versos de Juan Ramón Jiménez:
“Lo que vos queráis, Señor,
sea lo que vos queráis.”