La fiesta más insólita de Málaga: los rondeles alumbran Casarabonela
Málaga
El fuego adquiere un protagonismo muy especial cada doce de diciembre en la localidad malagueña de Casarabonela (2.500 habitantes, ubicada a 50 km de la capital de Málaga, en plena sierra de las Nieves) donde su imagen de la Divina Pastora (la Virgen de los Rondeles) es procesionada desde el siglo XVIII rodeada por capachos de esparto ardiendo, en agradecimiento por la cosecha de aceite: "un gesto sencillo de devoción de los molineros locales".
En una sociedad básicamente rural "la participación de la Iglesia ha consistido históricamente en cristianizar ritos paganos de transición (solsticios de verano e invierno) En el caso concreto de los 'rondeles' pasamos de una temporada intensa (recogida de la cosecha) a otra más suave en las tareas agrícolas (el abonado de la tierra, la ara y la tala). En este sentido, el cristianismo fue adoptando una serie de elementos ya de por sí muy antiguos, institucionalizando mediante el uso de imágenes y advocaciones algo tan natural y primitivo como es el deseo del hombre de estar en armonía con la naturaleza, en la que vive y de la que depende"
Una noche, que por cierto- "coincide con otra celebración, la víspera de Santa Lucía: la mártir cristiana, relacionada con la palabra latina lucem, y que por lo tanto significaría luminosa, invocada para la curación de la ceguera tanto física como espiritual".
Al principio los rondeles iban desplegados, y su combustión era muy rápida. Desde hace 50 años se llevan enrollados, para garantizar su duración, explica la Asociación Amigos de los Rondeles, una fiesta declarada de Interés Turístico Nacional de Andalucía, que curiosamente " no se celebró durante algunos años después de la Guerra Civil de España, y es que se cuestionaba su carácter cristiano y el hecho de que las mujeres pudiesen ser portadoras de los rondeles- los capachos encendidos-".
La luz de los capachos ilumina un trayecto "que discurre a través de calles estrechas y empinadas, herencia de lo que fue la ciudad islámica. La mezcla del fuego, el humo de la combustión, el olor a aceite y el sonido de instrumentos tan peculiares como las castañuelas moriscas contribuye a crear una atmósfera irreal en la que las llamas proyectan sombras fantasmagóricas sobre las fachadas de los edificios que jalonan el recorrido de esta procesión única en España".