Comercio local

Córdoba

Mientras esperaba a que el tendero del barrio me cobrara la compra, llegó una señora y le dio un pequeño paquete “Andrés -le dijo- dale esto a Margarita cuando venga”. El tendero guardó el paquete y siguió atendiendo a la clienta que estaba delante mio. Cuando terminó de hacer la cuenta ésta le dijo “Apuntamelo, ya bajará mi hijo a pagarte”.

Al salir de la tienda, una vez hecha mi cuenta, me tropecé con la hortelana que traía las verduras que vende Andrés. Rosa, además de mi proveedora de verdura, es una amiga con la que me encuentro en muchas convocatorias de colectivos ambientales y a la que voy a visitar ocasionalmente a la huerta.

Compartí este relato de mi mañana de compras con un familiar que estaba pasando unos días en casa y que vive en una urbanización en la periferia de una gran ciudad, y se le caían las lágrimas. “Que suerte tienes de poder comprar en tu barrio y además productos de cercanía. Yo en mi entorno no tengo una sola tienda, tengo que hacer todas las compras en una gran superficie en la que ni de lejos voy a poder disfrutar de una experiencia de compra tan auténtica”, me dijo.

Cuando al día siguiente me acompañó a la tienda comentó: “En la gran superficie en la que yo compro, solo el estante que contiene los productos lácteos es más grande que la tienda de Andrés. Es una sobreoferta de productos totalmente superflua. El espacio del que dispone Andrés contiene de sobra los productos necesarios para el consumo cotidiano”.

Salimos de la tienda dando un paseo camino de una buena cervecita y remató sus reflexiones. “Qué vida tiene tu barrio -comentó al ver tanto bulllicio-, cómo se nota que hay una buena dotación de comercio local”.

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