De guiris e idiotas

Córdoba

Buenas tardes José Manuel, buenas tardes a todos. Hace ya casi dos décadas conocí a una guiri en nuestra preciosa ciudad. Iba a estar por un tiempo y se enamoró de muchas cosas de Córdoba y de Andalucía. La primera fue el tomate para las tostadas. Cuando se lo sirvieron por primera vez, lo untó como mermelada sobre una tostada con mantequilla, pero no tardó en darse cuenta de lo bueno que estaba ese tomate rallado sobre aceite de oliva. Era una guiri clásica, de las que vienen a nuestras ciudades a empaparse de la cultura y del idioma. En ese proceso de inmersión cultural, una vez desayunamos en la plaza de la Catedral de Cádiz y nos sorprendió mucho, a mí más que ella, que el camarero, sieso como él solo, abriera muchísimo los ojos cuando le pedimos tostadas con tomate y aceite. Regresó y soltó con desaire las tostadas sobre la mesa. El tomate venía cortado en rodajas y colocado ya sobre el pan. Antes de irse nos dijo: “¿qué sois, catalanes?”.

Era un lugar típico de la ciudad en un emplazamiento clásico y les cuento esto porque está llegando a su fin un verano marcado por las protestas de quienes habitan los lugares más atractivos de España contra quienes los visitan. Se reivindica el derecho a una vivienda digna a un precio acorde con el nivel de vida y se reivindica también que no se pierda la identidad de lo que se viene a visitar. Pero tal y como nos pasó a nosotros hace casi veinte años en Cádiz, no todo es lo que parece. En eso que se viene a visitar hay también mucho idiota incapaz de apreciar el cariño que nos muestran los millones de personas de todo el mundo que se pasean por nuestras calles. Gente que muchas veces se enamora del lugar que visita y que lo quiere mantener como es tanto como usted.