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«Impuestos para pagar la deuda», la nueva columna de José Carlos Valverde

«Todo esto ocurre porque el votante ha dejado de serlo, y se ha convertido en fan. Es más importante tu interés ideológico que el propio bienestar»

La opinión de José Carlos Valverde

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Morón de la Frontera

La deuda pública de nuestro país alcanza los 1,6 billones de euros. Voy a repetirlo: los 1,6 billones de euros. Esta cifra supone que la deuda alcanzó el 108,9% del PIB en España, y no se van a imaginar quiénes vamos a pagar esa deuda. Pues nosotros, nuestros abuelos y nuestros hijos y... bueno, no sé cuántas generaciones más tendrán que pagar todo esto. Hace unos meses hice un pequeño resumen, no quejándome de nuestros impuestos, como dijeron algunos que no se han enterado, sino de cómo se gestionan los mismos y de la desorbitada cantidad que pagamos los contribuyentes en relación a la calidad de los servicios.

Voy a hacer un pequeño paréntesis. Aquellos iluminados de turno, como de costumbre, tergiversaron mi texto a su interés. Fíjate por dónde que, cuando redacto estas líneas, la máquina del fango periodístico, tal como la llama nuestro presidente, ha sido cercada (o eso pretenden legalmente desde el gobierno). Me refiero a los pseudo medios de comunicación, como los llaman también desde Moncloa. Imagino que estos, a los que he hecho alusión antes, y que tan cerca están de la mentira y del fango, acabarán cerrando sus puertas. Lo digo a modo irónico, porque obviamente no pasará, ya que me aventuro a creer que toda esta batalla no es una cuestión de defender la verdad, sino de parapetar la ideología.

Solo hay que tirar de hemeroteca para comprobar la cantidad de contradicciones que nos han ido otorgando en las ruedas de prensa y entrevistas nuestros representantes políticos. Si hasta gestionamos una pandemia en torno a las medidas de un «comité de expertos» que nunca existió. Gestionamos una pandemia con un comité de expertos fantasma, y aquí nunca ocurrió nada. En fin, donde dije digo digo Diego, y ustedes ya saben a qué me refiero.

Vuelvo a mi senda: tus impuestos no van sola y exclusivamente a Sanidad y Educación. Lo voy a repetir: tus impuestos no van sola y exclusivamente a Sanidad y Educación, y no son la mayor partida presupuestaria de los contribuyentes. Ustedes me podrán decir que obvio, hay más sectores, y yo les diré que sí. Pero lo que es cierto, y cojan los datos oficiales, es que el mayor montante de nuestros tributos va a pagar la deuda que nos dejaron y nos están dejando todos nuestros representantes. Todos aquellos que están asfixiando y saqueando al obrero (este que les habla es un obrero). Uno no solo paga impuestos cuando mira su nómina: si compra un jersey, paga impuestos; si compra un refresco, paga impuestos; si va al dentista, paga impuestos; si compra una casa, paga impuestos.

Si hereda, paga.

Si muere, paga.

Es una auténtica barbaridad. Piensen en el autónomo: pagar por trabajar. Pero qué demonios es esto.

Una reflexión local: Morón tiene una de las mayores tasas de impuestos de circulación que existen en la provincia de Sevilla. Hagan balance y comprueben la calidad de nuestras calles. En fin. Todo esto ocurre porque el votante ha dejado de serlo, y se ha convertido en fan. Es más importante tu interés ideológico que el propio bienestar, y es una lástima. Porque ya no ha revalidad, no hay crítica. El voto es cautivo, y no debe ser así. El político, con este dato, sabe que nunca pasa nada. Que cualquier decisión que tome, por muy controvertida que sea, su puesto no corre peligro.

Porque, al final, no son gestores de lo público, sino funcionarios que han conseguido su profesión de la nada. El político tiene que tener miras de Estado. Dan igual las siglas. Yo hago esto, lo comunico, como ciudadano harto, que paga sus impuestos y que está hasta las narices de que lo saqueen. El político tiene que estar a la altura de su responsabilidad. Y, sobre todo, debería sentir el miedo a traicionar a su gente. Más que nada por la ética, que queda poca, y el empuje de un pueblo que no va a permitir más ser engañado.

 
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