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De un campamento de refugiados del Sahara a jugar en las playas de Málaga: el verano de Fatma

Casi 700 niños de campamentos de refugiados llegan al aeropuerto de Málaga para pasar el verano en Andalucía

De un campamento de refugiados del Sahara a jugar en las playas de Málaga: el verano de Fatma

De un campamento de refugiados del Sahara a jugar en las playas de Málaga: el verano de Fatma

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Candela y Fatma dicen que son hermanas, les encanta bajar juntas a jugar al parque, pasar el día en la playa y comprar camisetas para vestirse iguales. Candela cumplió 9 años en mayo y Fatma 10 en el mismo mes. Durante el verano son inseparables. Sin embargo, cuando llegue septiembre tendrán que decirse adiós porque Candela seguirá en el colegio de su barrio en Málaga y Fatma volverá al suyo pero en un campamento de refugiados del Sahara Occidental.

Fatma forma parte del programa Vacaciones en Paz, un proyecto que lleva haciéndose desde hace dos décadas y cuyo objetivo es que los niños de entre 8 y 12 años que viven en los campamentos de refugiados saharauis pasen los veranos en España.

El verano de Fatma y de otros cientos de niños sería muy diferente si no formaran parte de este programa, enfrentándose a altísimas temperaturas en unas condiciones muy precarias y sin apenas recursos. Un verano en el Sahara supone convivir con más de 60 grados en unos hogares que poco tienen que ver con los de Andalucía, con techos de chapa, agujeros en las paredes y sin agua corriente. Vanessa Caballero, la madre de acogida de Fatma desde hace tres años, confesó que el primer verano que pasó aquí la niña lloraba por ver un grifo abierto del que salía agua caliente.

El deseo de Vanessa siempre ha sido acoger a un menor, pero en España los procesos le resultaban muy difíciles ya que ella está en paro aunque su marido sí trabaja, por lo que lo dio por perdido, hasta que recordó que cuando era pequeña solían ir a su pueblo niños saharauis y decidió probar con este medio. Los requisitos para la acogida a través de Vacaciones en Paz son mucho más sencillos: no tener más de 65 años, no estar en ningún programa de acogida ni adopción en España y no tener delitos sexuales. “No te preguntan si la casa es de alquiler, si la casa es tuya, si tienes más ingresos o si tienes menos”, declara Vanessa.

Gracias a las asociaciones de amigos del pueblo saharaui, los niños que pasan aquí los veranos disfrutan de actividades que no podrían hacer en su tierra natal. Fatma confesaba que lo que más le gusta de Málaga es ir a la piscina, pero también la comida y jugar con sus amigas.

Además de ir a la piscina y a la playa, todos los menores que vienen a España pasan obligatoriamente por revisiones médicas para detectar y solucionar posibles enfermedades que allí resultarían mucho más complejas. Aquí tienen garantizada la atención sanitaria y en cada ciudad lo gestionan directamente con los centros de salud. “En líneas generales la situación de salud de los niños es correcta pero manifiestamente mejorable”, explicó Gely Ariza, la coordinadora de Vacaciones en Paz en Andalucía. Con este seguimiento anual se solucionan muchos problemas que de llegar a ser de carácter grave entrarían a otra acción del programa de atención a la salud alargando los visados si fuese necesario.

La relación que se crea entre los niños y sus familias de acogida es tan fuerte que no se queda solo en los meses de verano, sino que mantienen el contacto a lo largo de todo el año. Fatma y su familia de acogida hacen videollamadas siempre que pueden, y Vanessa y su marido están pendientes de las necesidades que tenga la madre de Fatma, enviándole comida, medicinas e incluso tartas de cumpleaños.

El vínculo, no solo entre las familias, sino con la comunidad de su alrededor puede llegar a ser muy fuerte. De hecho, este año los padres de las amigas de Candela han reunido dinero y han podido enviar un aire acondicionado a la familia de Fatma.

Las asociaciones solidarias de Amigos del Pueblo Saharaui buscan la financiación a través de actividades como cenas benéficas o rifas, pero también obtienen algunas subvenciones y ayudas de las entidades locales.

El tema del idioma suele ser una de las principales dudas para aquellos que piensan en acoger, pero el español es el segundo idioma de los saharauis y lo estudian en el colegio, así que aunque su nivel no sea muy alto, en el tiempo que pasan en España consiguen mejorarlo y comunicarse sin dificultad.

En los campamentos de Tinduf habitan cerca de 200.000 saharauis. De todos ellos, se calcula que unas 30.000 personas hablan castellano, normalmente se trata de las personas de más de 50 años debido a la vinculación histórica, aunque la gran mayoría cuenta con conocimientos de español.

Este año de los 668 niños que vienen a Andalucía, solo 40 de ellos se quedan en la provincia de Málaga, una cifra que ha disminuido considerablemente en los últimos años. En 2005 cerca de 300 niños saharauis llegaron a pasar su verano en Málaga, y en Andalucía llegó a haber 3.000. Gely Ariza confiesa que tras la pandemia han tenido que reiniciar todo el proceso.

A pesar del descenso del número de familias acogedoras, desde la Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sahara se muestran optimistas por cómo se está recuperando la actividad, pero aun así animan a todo aquel que tenga la inquietud de acoger a uno de estos menores.

La acogida de niños saharauis es una experiencia inolvidable tanto para los pequeños como para las familias, haciendo que cientos de saharauis vivan un verano en paz fuera de los campos de refugiados.

 
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