Escucha «Una de cal y otra de vizcaína», con Marcos Martínez
«Sigo dándole vueltas a mi fantasía y me imagino echando una cerveza con la Bellucci. Pero también puede ocurrir que aparezca Abascal y se siente en la mesa de al lado, entonces prefiero que no haya otra vida»
Una de cal y otra de vizcaína
02:50
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Morón de la Frontera
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Transcripción
Me desperté a medianoche con el frío que entraba por la ventana, algo que por otro lado se agradece. Porque es muy habitual que en estas fechas el calor achicharre el sueño de los mortales del Reino de Moronia. Supongo que mi pensamiento asoció el frío que sentía con el que se queda en los cuerpos cuando la película llega a su fin. Una vez más, como me ha ocurrido otras veces, intenté buscar alguna señal razonable para convencerme de que quizá haya algo una vez que todo esto acabe.
Para nada es que sea un tema que me preocupe o me provoque agobio. Tengo aceptado y asumido que todo lo bueno o malo que uno pueda o quiera ser, que lo haga en esta vida, por si las moscas. Una cosa no quita a la otra. A pesar de que tenga claro el asunto, a veces fantaseo, como si se tratara de leer un libro de aventuras de imaginarme en otra vida posterior. Para empezar, no distingo entre un sitio para los buenos y otro para los malos, entre otras cosas porque a veces hasta los malvados tienen sus razones para hacerlo; y también porque no son pocas las veces en las que los considerados buenos y ejemplares en esta vida, no lo son tanto.
Ya sé que podemos recurrir a la justicia divina para distinguir a los unos de los otros. Pero en mi fantasía me imagino a los jueces del Consejo General del Poder Judicial del Paraíso, Cielo o infierno o como se llame la otra vida y me provoca cierta desconfianza. Otra de las cosas que ocurren en mi desvarío con el más allá es que la nueva vida no existe en los animales. No es por ningún tipo de inquina o fobia hacia ellos. Se trata de lógica: si no tienen alma, no pueden acceder a otra vida. Me da pena por esas personas que tan acompañadas se sienten por sus mascotas, pero no hay mal que por bien no venga. En la nueva vida, las calles estar libres de orines y truñazos de perro. Sigo dándole vueltas a mi fantasía y me imagino echando una cerveza con la Bellucci. Pero también puede ocurrir que aparezca Abascal y se siente en la mesa de al lado, entonces prefiero que no haya otra vida.