Mucho más que una afición

Jerez de la Frontera

MUCHO MÁS QUE UNA AFICIÓN

Hace tiempo descubrí el afortunado honor de ser capaz de reconocer color en el blanco y negro. Creo haber mejorado `mi técnica´ fijando la vista en ninguna parte… Así que se ha tornado en un ejercicio casi cotidiano, que practico en el salón de casa frente a nuestra pequeña terraza cubierta.

En una carambola de la mente, al despertar —de mi siempre muy breve, pero diaria siesta, habiendo pasado ‘mayo y sus cosas’, he enlazado a San Antonio de Padua, conmemorado la semana entrante, como saben, con otro santo franciscano relevante: San Francisco de Asís. Y, aunque siempre está muy presente, he recordado especialmente hoy, mirando a las macetas, a mi abuela Francisca (Paca para todos), quien transmitiese a mi madre el amor, en particular, por las plantas. Y ella, mi madre, a mí.

En esos Recuerdos, resalta por encima de todo el color verde: el de las hojas; con su indescriptible amplio abanico de tonalidades e intensidades; puro encanto, incluso cuando no están en su mejor momento. Junto a ello: el agua fresca, muy medida para su correcto cuidado; la estrecha observación, y algunas tiernas palabras… Parece increíble que esos pequeños seres vivos sean tan agradecidos y, en una especie de efecto boomerang, nos hagan sonreír, regalen momentos de alegría, e incluso a veces alguna lección sobre la esperanza.

Así que, como mi abuela y mi madre hacían desde que tengo uso de razón (¡parece que las estoy viendo!), cada mañana me asomo a la terraza para al menos echarles una ojeada, con actitud abierta a dejarme empapar de sus cualidades. O bien sencillamente para que me acompañen en un breve paseo, en blanco y negro o en color, intentando implicar a todos los sentidos, y así me ayude a afrontar un no siempre fácil inicio.

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