Julián Granado habla hoy sobre el papel de España en el mundo
«Lo que yo he sentido, oyendo defender a este ministro, tan poquita cosa él, que “no se puede ser cómplice por omisión en un genocidio”, ha sido una emoción que yo creía muerta: el viejo orgullo de ser español en el mundo.»
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El «Paso Cambiado» de Julián Granado
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El Paso Cambiado de Julián Granado
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Morón de la Frontera
Para bien o para mal, por marginales o por irrelevantes, en los dos grandes conflictos del pasado siglo los españoles nos mantuvimos neutrales. En la Primera Gran Guerra, porque por una vez fuimos de aprovechados, y nos llenamos los bolsillos con el contrabando. En la Segunda, porque Franco les hubiera devuelto el favor de mil amores a nazis y fascistas, pero salientes de la carnicería nacional como estábamos, tampoco era plan. Y en la Guerra Fría que se sucedió después, vino a sacarnos del aislamiento nuestro ferviente anticomunismo, que nos premió el Tío Sam plantando aquí sus bases. Claro que, ya puestos, no íbamos a estar dentro del Mercado Común pero fuera de la OTAN. A atlantistas no nos ganaría nadie, y si en la Guerra del Golfo los aviones tenían que repostar en Morón, pues nada, sírvanse ustedes como en su casa.
Fue así como en la cabeza de Aznar tomó cuerpo la ambición del protagonismo. Del anonimato al estrellato de las naciones, a cambio de comprometer la imagen de España en una guerra sucia y patética como la de Irak. Después, una cosa lleva a la otra, nos alcanzarían los coletazos del terrorismo islámico, reavivando entre nuestros nostálgicos de la Reconquista aquello de “¡Fuera moros!”. Y ya luego, a medias por europeísmo consecuente, y a medias porque nos cae mal, nos apuntamos a la cruzada contra ese indeseable de Putin, y le enviamos armas a Ukrania, que, aquí entre nosotros, tampoco era antes una nación libre de pecado.
Así es que, por lo que respecta a nuestra castiza política internacional, nada me ha alegrado tanto como la reciente determinación de anticiparnos a medio mundo en el reconocimiento del Estado Palestino. Se ponga como se ponga Israel, y diga lo que diga sobre Sánchez la derecha inmovilista. Lo que yo he sentido, oyendo defender a este ministro, tan poquita cosa él, que “no se puede ser cómplice por omisión en un genocidio”, ha sido una emoción que yo creía muerta: el viejo orgullo de ser español en el mundo.