Julián Granado habla de las manifestaciones de estudiantes en su Paso Cambiado
«Se puede ser judío, incluso projudío, sin necesidad de defender esa tétrica mamarrachada que es el sionismo»
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El «Paso Cambiado» de Julián Granado
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El Paso Cambiado de Julián Granado
Morón de la Frontera
Ahí la tienen ustedes. La engorilada policía neoyorkina, al más puro estilo de nuestros olvidados grises, invadiendo el campus universitario para llevarse detenidos a los estudiantes protestones. Ni derechos civiles ni puñetas. Igual que se llevaban a rastras a sus abuelos hippis en el 68, cuando protestaban contra la obligación patriótica de ir a dar la vida en Vietnam, para hacerles el caldo gordo a los halcones de la Guerra Fría. Lo que denuncian sus nietos de ahora es otra sinrazón: y es que sean empresas norteamericanas las que proporcionen armamento y munición al ejército israelí para llevar a cabo el sistemático genocidio de la nación palestina.
¿Y con qué motivo estas detenciones estudiantiles? Pues, según la versión policial, porque entre los manifestantes se profieren consignas “antisionistas”. Una intolerable xenofobia, que hace pensar en los provocadores que le llaman “mono” a Vinicius desde el córner, solo que los gritos de la Columbia University van dirigidos contra la estrella de David. ¡Pero bueno!, me digo. Aquí hay un elemental error de comprensión. En buena lógica, el sionismo es al Estado israelí lo que el nazismo a la nacionalidad alemana. Poco que ver. De hecho, se puede ser judío, incluso projudío, sin necesidad de defender esa tétrica mamarrachada que es el sionismo. De manera que declararse antisionista, como hacerlo antinazi, lejos de merecer el reproche, merecería por contra el aplauso de la sociedad. Pero no de la Administración Biden. La cual no duda en enchironar a los manifestantes propalestinos, acusados de antisemitas, con tal de no molestar a su primo de Tel Aviv.
¡Vaya! Eso le va a costar una buena tajada del voto juvenil. ¡Y cuidado! La ola de protestas, reprimidas a palos, salta a la Universidad de California, en la costa Oeste. Y a Montreal, y a Sidney, y a México, Y salta el Atlántico, y encuentra eco en Alemania, y en la Sorbona de París, donde la revuelta estudiantil le pone los puntos a Macron. Más de 50 años después, quizás vuelva a prender aquella mecha de la utopía. Y vuelvan a mandar más policía a sofocar las llamas con gasolina. Y vuelva el poder a perder el sueño. Y tras del sueño, tal vez las riendas, quién sabe.
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