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Maribot va a los Patios

Firma de Opinión de la periodista cordobesa Irene Contreras

Maribot va a los Patios. Irene Contreras

Maribot va a los Patios. Irene Contreras

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Cuando aceptó su primer trabajo como guía turística, Maribot no podía imaginar lo que le esperaba. Con toda la ilusión con la que había sido programada se plantó en una casa patio del Alcázar Viejo con la base de datos hasta arriba de información. Había almacenado el palmarés de cada edición del concurso, los detalles de la arquitectura tradicional, todos los tipos de plantas y sus cuidados y un riguroso relato de la historia de los Patios con perspectiva de clase y de género. Pero por buenas que fueran sus intenciones, no se habían puesto fácil a la pobre Maribot. En el masificado barrio de San Basilio no solo era imposible hacerse escuchar, sino que además nadie preguntaba.

En sus primeras horas de trabajo, los ojos de led de Maribot ya habían visto romperse cinco macetas y un conato de pelea en la cola. Lo que que estaba presenciando aquel día no se parecía, desde luego, a lo que a ella le habían enseñado. Su red neuronal se había entrenado a base de historias de comunidad y arraigo, de vecinos que se aguantan y que se apoyan, de modelos de convivencia que sobreviven a los siglos. No había quien viera esas historias en mitad de la bulla.

Si al menos su creador la hubiera equipado con rayos destructores, en vez de con tanta palabrería, todavía podría hacer algo útil por la Fiesta. Por ejemplo, desintegrar mochilas antes de que tiraran los platos de cerámica de la pared, dar calambrazos a las manos largas que toquetean las flores, cortarle el paso al visitante que intenta entrar hasta la cocina o incluso, por qué no, iniciar la rebelión cordobesa de las máquinas. Pero a Maribot no la habían diseñado para ser un ‘mecha’ aniquilador, sino un simpático robot conversacional. Su misión no era defender los patios del turismo destructivo, sino orientar a los turistas y desviarlos hacia rutas menos masificadas. La tarea asignada no le estaba yendo muy bien, porque los masificadores en cuestión decían no sé qué de un circuito cerrado, una reserva para la hora de comer y un autobús que no espera a nadie. ¿Qué podía hacer un simple robot turístico contra un sistema tan bien montado?

Tal era su disgusto que, para la hora de cierre, Maribot ya había tomado la decisión de renunciar a su vocación y opositar a androide de protocolo. Que se encarguen los humanos de defender sus propias fiestas. Todo aquel artificio era demasiado, incluso para una Inteligencia Artificial.

 
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