Lola Fernández habla del libro «Fernando Villalón, centauro de pena»
«En un halo de misticismo, en el mediodía de primavera del día 27 de abril y en su casa, Fernando Villalón volvió a la que tantos recuerdos le trae… a su pueblo»
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La opinión de Lola Fernández / Radio Morón
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Morón de la Frontera
El sonido sordo de un mediodía traía la fuerza de unos cascos de caballo que resonaron con el resoplio del animal que pide paso y que es tan de Morón como todo lo que aquí venimos a contar, a lomos de éste, garrocha en mano, sombrero de ala ancha, ropa de campo, botas de montar y espuelas, el hombre que amó tanto al toro que quiso que fuera único y que, en ensoñación poética, tuviera los ojos tan verdes como el campo que pisara en su nacimiento y cría y que burlaron los trucos de la lidia, queriendo conseguir una ganadería de toros corniveletos que desafían a la luna, el mito de la Atlántida o el toro-dios del relato platónico.
Ganadero y poeta olvidado de aquella generación de poetas sevillanos que auspició a la conocida Generación del 27, a la que pertenece por derecho propio Fernando Villalón-Daoiz Halcón, conde de Miraflores de los Ángeles, compañero de estudios de Juan Ramón Jiménez, lector compulsivo de la nueva y la vieja poesía, espiritista y tantas cosas más... “las cosas de Fernando”, como le decía su amigo Federico García Lorca, tan de Morón como su toque y su cal blanca, tan verde como las aceitunas gordales de los olivos, al que dedicó poemas en su Andalucía la baja.
En un halo de misticismo, en el mediodía de primavera del día 27 de abril y en su casa, Fernando Villalón volvió a la que tantos recuerdos le trae… a su pueblo, con su gente… volvió a ellos, a lomos de su caballo Gavilucho, en un sueño soñado mil veces, una ilusión mil veces repetida…, que, como Centauro de Pena entre dos mundos siempre, el de los vivos y de los muertos, fue invocado a través del misterio y el destino, en la voz y con la letra del escritor Eduardo Javier Pastor, que en su libro muestra una estupenda recreación de la vida de Villalón. «Me acompaña su espíritu, ese poeta que escribía con tinta roja para encastar toros místicos. En este libro ya no sé lo que es fruto de la investigación, lo soñado, lo vivido o lo que él me ha contado», dice el escritor de Centauro de Pena.
El fantasma de Villalón volvió galopando en su jaca marismeña a ritmo de endecasílabos, con la poesía en boca de paisanos que recitaron sus versos con la impronta de un Morón literario y con la voz del cantaor Evaristo Cuevas y el toque de guitarra de Paco Delgado “el Leri”, por rondeñas, consiguieron que la poesía de Fernando Villalón sonara más a flamenco.
Fue un mediodía de primavera, los que allí estuvimos no teníamos ganas de irnos, ni tampoco que se fuera el poeta, pero él nos dijo en palabras de Eduardo Pastor:
“Me voy, pero volveré. No me iré jamás de aquí, de la que fue, es y será mi casa; y del que fue, es y será mi pueblo. Uno que es y será siempre de Morón, de Morón de la Frontera. Fernando Villalón.”
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