Un paseo por la Vía Verde entre la Estación de El Rizo y Jédula

Jerez de la Frontera

En esta ocasión nuestro recorrido incluye tres paradas, por la antigua traza del Ferrocarril de la Sierra. El paseo arranca junto a la carretera de Torre Melgarejo a Gibalbín, en las playas donde se ubicó la antigua estación de El Rizo o Arroyodulce. En el tramo inicial dejamos a la derecha el caserío del cortijo de Arroyodulce donde aún se conservan las casetas de guarda-agujas y una curiosa señal de aspas de “ojo al tren”.

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A lo largo del recorrido iremos descubriendo diferentes estructuras del antiguo ferrocarril Jerez-Almargen, que se construyó entre 1927-1930. Si bien se levantaron acueductos y estaciones, se practicaron túneles y se colocaron raíles hasta Arcos, nunca llegó a funcionar.

Tras superar muchas vicisitudes, en 1961 llegó un pequeño tren de Jerez a Arcos. Fue el primero y el último de los viajes. En 1969, con la instalación de la azucarera de Jédula, este tramo se utilizó para llevar remolacha y combustible hasta esta planta industrial, estando activo hasta su cierre en 2001.

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Desde los inicios de nuestro paseo iremos viendo los vestigios de lo que queda de aquel sueño ferroviario, que aspiramos ver convertido en Vía Verde en un futuro cercano. Así, a lo largo del recorrido encontraremos puentes y pasos de arroyos y canales, pasos elevados para caminos, trincheras, muros de contención, andenes, las playas de las antiguas estaciones de El Rizo y Jédula, el antiguo apeadero de Montecorto, postes de señalización… así como túneles y sifones de los canales de riego, o el gran acueducto de Jara, que pasa junto a la traza del ferrocarril a la altura de este cortijo.

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El Ferrocarril de la Sierra se diseñó para ser vía de comunicación entre las poblaciones, núcleos rurales y enclaves de la campiña y la sierra, así como para poder servir de medio de transporte de sus producciones agrícolas y ganaderas. Por esta razón, todos los cortijos colindantes con la traza, tenían un camino que conducía hasta ella y que, en la mayoría de los casos, que aún se mantiene.

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En el recorrido pasaremos junto a antiguos cortijos como los de Arroyodulce (con olivos y cultivos de secano), El Rizo (que fue hacienda de olivar que tuvo un molino de viga del que aún se conserva la torre de contrapeso) o el más conocido de Jara, con olivares y viñedos, bodega, almazara y cultivos de garbanzos.

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Algo más adelante, queda muy cerca a la derecha, tras una loma, el cortijo de Montecorto en el que se ha plantado un extenso almendral. Frente al apeadero, parte a la izquierda, el camino que conduce a los cercanos cortijos de Las Mesas de Santiago y Merry y, a la derecha, el carril que nos lleva al cortijo de, Campo Real, donde hubo una granja agrícola y matadero de aves. Poco antes de llegar a la Estación de Jédula, dejamos a la izquierda el cortijo de El Toril (ganado vacuno y cereal) y ya en el camino hacia Jédula el cortijo de Jedulilla, junto a la antigua algodonera.

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En las lomas que se extienden a ambos lados de este tramo de la Vía Verde que recorremos, podremos disfrutar también disfrutar del hermoso paisaje agrario de la campiña donde se han ido introduciendo nuevos cultivos. Atrás quedan los tiempos en los que la remolacha y el cereal eran los protagonistas casi exclusivos de estos secanos. Hoy día, junto al cereal, destacan aquí los olivares, los viñedos de Jara, el almendral de Montecorto o las parcelas de girasol y algodón que encontramos también junto a la traza.

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El paisaje que nos acompaña durante todo el recorrido es el típico de los cortijos de secano de la campiña. Las lomas donde se asientan los olivares y los almendrales, se alternan con laderas de suave pendiente donde se siembran cereales. El Cerro de los Hachos, o los de Jara, Montecorto y la Loma de Jedulilla, son algunas de las pequeñas elevaciones que escoltan la traza.

Los arroyos de la zona (Arroyodulce, Santiago, Montecorto, La Carrascosa…), presentan en muchos de sus tramos la típica vegetación acompañante de tarajes, carrizos, eneas…

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Junto a estos pequeños cursos y en las lindes de los campos, pueden verse numerosas aves, entre las que destacamos: cogujadas, calandrias, trigueros, ruiseñor bastardo, totovía, carricero común... Más escasas, pero también más llamativas, son otras especies como elanio, aguilucho, búho campestre, avefría, perdiz, sisón…

Atrás quedan los años en los que poblaban estos campos, las avutardas, nuestras “avestruces” como describen Chapman y Buck en La España agreste (1893), que las cazan en el cortijo de Jedulilla.

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Recordar también algunos datos curiosos como la presencia de una villa romana en el cortijo de Jara donde fue hallada la “dama Herculeana”, una hermosa escultura que luce en el patio de acceso del Museo arqueológico de Jerez.

O los curiosos palomares del cortijo de El Rizo… o el antiguo molino de aceite de este cortijo, que aún nos muestra su torre de contrapeso almenada.

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O las descripciones de la zona del cortijo de Mesas de Santiago que encontramos en distintas obras de Frasquita Larrea y Fernán Caballero a mediados del XIX, donde se recrean estos paisajes.

O los restos de villas romanas de la Estación de Jédula (el Cuadrejón) y de las Lomas de Jedulilla, junto a la traza, que figuran en la carta arqueológica de Arcos.

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A nuestra llegada a Jédula, antes de emprender el camino de regreso, podemos completar la jornada con un refrigerio en alguno de sus bares.

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