Lola Fernández habla hoy sobre la «Paz»

Morón de la Frontera

Hoy comienzo mi comentario con una reflexión acertadísima de la italiana María Montessori, una doctora, filosofa, y educadora que revolucionó la forma de educar a niños y niñas, ayudándolos a ser unos seres más humanos, más equilibrados e independientes y dice así:

«Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, se educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra».

Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz.”

Yo no sé a ustedes, pero a mí me vale y en esta película que se llama vida estamos todos, gordos y flacos, guapos y feos, rubios o morenos, altos y bajos, blancos y negros, somos habitantes de un lugar llamado tierra que nos deja vivir en el inmenso jardín que nos prepararon y somos los protagonistas de esta película que no tiene un mal fin porque somos lo bueno que tiene el mundo.

La paz se encuentra en los pequeños detalles, en las pequeñas miradas y en la profundidad y transparencia de ellas, la única que no puede disfrazarse.

Es que hay que mirar las cosas, esas pequeñas cosas con generosidad, con amor y ternura y así en ese instante maravilloso veremos el mundo tal y como es, grandioso y deslumbrante y en un dialogo silencioso y casi indescriptible podremos hablarnos de tú a tú y decirnos que estamos aquí uno junto al otro y no frente a nadie.

Esa es la paz verdadera la que trata al otro de la misma manera con la que quisiéramos que nos tratasen a nosotros, eduquemos y eduquémonos así, con la cooperación y la solidaridad necesaria, unos con otros.

No existirían ni conflictos ni guerras que disputen el poder de uno o unos cuantos, no seriamos ni más ni mejores que los demás, seriamos únicos, uno solo e indivisible aun en una gran multitud, no existiría la envidia que lo corroe todo, porque descubriríamos ante nosotros el milagro del día a día, el milagro de lo cotidiano, la osadía de vivir con paz, paz y paz.

Y cuando lo pequeño de repente se haga grande, tan grande como para comprender que te quiero tanto como tú a mí, sin más equipaje que nosotros mismos, entonces habremos aprendido a vivir en paz.

Es importante y urgente hacer nuestras tareas como si fuéramos niños pequeños en la escuela, porque somos lo que hacemos y no dejemos que un hálito de miedo, de miseria, de ausencia total de ilusiones se entronicen en la rutina de nuestros días.

Mi padre me decía que a veces el ser humano tiene la sangre de arena y por eso se hace y se deshace a sí mismo constantemente.

La vida es eso: caminar por los infinitos laberintos de esta nada o de este todo que somos, rozando, eso sí, rozando siempre una plegaria que se torna suspiro, una palabra.