A dos pisos de un abrazo

Cádiz

María Manuela tiene 90 años y no puede salir a la calle porque en su casa no hay ascensor. De entre todas las cosas que no puede hacer por la imposibilidad de bajar, la que más le duele es no poder ver cada día a Juan, su hijo, al que la poliomielitis dejó en una silla de ruedas cuando todavía era un niño. Cada dos semanas, Juan y María Manuela pueden abrazarse, besarse y compartir café y confidencias gracias a la Cruz Roja y al programa Bajemos a la calle.

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Varias trabajadoras de la ONG acuden a la vivienda donde viven juntas María Manuela y su hija, María. Allí, con la ayuda de una silla especial, descienden las dos plantas con ella. Abajo, en la calle, frente a la casapuerta espera pacientemente Juan para poder encontrarse con su madre y decirle un "ya te sobra el mundo entero" que emociona a todos los presentes.

Hoy por Hoy Cádiz ha vivido junto a toda la familia uno de esos desayunos que comparten siempre que pueden. Allí, María y Juan han explicado el enorme problema que les supone no tener el ascensor que, según ella, les prometió la Junta de Andalucía hace ya años. La imposibilidad de que nadie pueda subir a cuidar de su madre le obliga a estar prácticamente las 24 horas junto a ella, agravando los problemas de espalda que padece.

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Junto a ellas, han compartido un café Alicia y Laura, las dos trabajadoras de Cruz Roja encargadas de bajar a esta gaditana que no pierde la sonrisa a sus 90 años. Ambas han explicado que la historia de María Manuela es única entre los 43 usuarios que hay en Cádiz capital, donde desarrolla su labor este servicio municipal, porque no hay nadie que no pueda ver a un familiar por culpa de las barreras arquitectónicas.