¿Qué haría Balbo por Andalucía?

Sevilla

En el año 50 del siglo I, hace casi 2.000 años, durante el gobierno del emperador Claudio, los habitantes de la antigua Gades, una pequeña isla en el sur de Hispania, disfrutaban del milagro de beber agua fresca de un manantial ubicado a casi 80 kilómetros de distancia gracias a la pericia de sus ingenieros. Hasta sus casas llegaba el líquido a través del que sería el acueducto más largo de toda la península ibérica.

El ingenio se iniciaba a 122 metros sobre el nivel del mar y atravesaba cinco municipios desde la sierra de Las Cabras. Se atribuye a Lucio Cornelio Balbo el Menor el mérito de impulsar, desde la política, una obra que sólo usando la fuerza de la gravedad suministraba el líquido elemento a esta ciudad romana que bebía de pozos salobres. Los ingenieros salvaron valles de varios kilómetros de ancho usando arcos de piedra, y horadaron túneles que llevaban el agua bajo montañas. Las ruinas de algunas de estas estructuras son visibles hoy en día.

La ONU advierte desde hace años de la desertización de Andalucía en este mismo siglo, las cuencas del sur de España son las más secas del país y la solución, como ya se ha advertido en multitud de informes, no caerá del cielo.

Si casi 2.000 años después de la apertura del gran acueducto de Gades, somos capaces de transportar hidrógeno verde desde el puerto de Algeciras a Centroeuropa a través de corredores, procurar la llegada de agua a un territorio en claro riesgo de desertificación es cuestión de visión, voluntad, acuerdos y hasta solidaridad entre territorios por la vía, para empezar, de la financiación. No hace falta tener a un Balbo para procurar, producir o llevar agua a Andalucía.