El paso de la guardia imperial de Napoleón por Cádiz
La historiadora Lourdes Márquez Carmona recupera la memoria sobre la unidad de élite del ejército francés
Entrevista a Lourdes Márquez Carmona
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Cádiz
2023 devolvió a Napoleón a la actualidad gracias a la película de Ridley Scott protagonizada por Joaquin Phoenix. Fue sin duda, una de las películas del año. Su proyección y su estreno, la repercusión que ha tenido esta película, ha servido para echar la vista atrás y recordar los vínculos que Napoleón tuvo con la provincia de Cádiz, allí donde se pararon sus planes de conquistar Europa. Primero en Trafalgar, luego con la resistencia a la invasión por tierra de la ciudad de Cádiz. Quien sabe mucho de esto es Lourdes Márquez Carmona, historiadora y autora del libro, Recordando un olvido: pontones prisiones en la Bahía de Cádiz 1808-1810.
"Los gaditanos hicimos que los planes de Napoleón fracasaran", asegura la autora. Napoleón ya era emperador desde diciembre de 1804. Su idea era conquistar todo el continente europeo. Pero su plan de conquistar Inglaterra en 1805 fracasó cuando el vicealmirante Villeneuve, en vez de dirigirse hacia el canal de la Mancha como esperaba Napoleón para invadir Inglaterra, tras el combate de Fisterra, se vino para luchar contra la armada inglesa del almirante Nelson frente a Trafalgar. Fue un gran desastre para la escuadra combinada porque hubo muchos muertos y naufragaron muchos barcos. Regresaron a la bahía de Cádiz cinco barcos franceses, que fueron bloqueados por los ingleses durante tres años, hasta 1808. Napoleón puso al mando de esos barcos fondeados al vicealmirante Rosily, un nombre salvado de la Revolución Francesa, que era militar y científico.
Napoleón mantenía su idea de conquistar Europa y, al ver que no pudo con Inglaterra, ideó un plan para doblegar a su eterno enemigo con un bloqueo económico, para lo que necesitaba conquistar Portugal y España. Era fundamental el control de Andalucía y su costa, ya que Inglaterra tenía una base importante en el Mediterráneo en Gibraltar. El general elegido para ese fin fue Dupont.
En este contexto Napoleón había creado ya una unidad de élite. Lo hizo en 1803. "La Guardia Imperial en sí era una unidad de élite del ejército francés que estaba formada por infantería, caballería, artillería, ingenieros y marinos", recuerda Márquez Carmona. Estos marinos fueron los que acabaron en la bahía de Cádiz, custodiados por vecinos en Rota, presos en un cortijo en Arcos, teniendo una alta vida cultural en San Carlos, en San Fernando, o encerrados en cárceles flotantes fondeadas frente a la capital gaditana. ¿Cómo llegaron allí?
"Napoleón estaba impaciente por que las tropas de Dupont partieran de Bayona y se hicieran con el control de la plaza de Cádiz, y así mantener a salvo la escuadra fondeada de Rosily". El 3 de marzo de 1808 llegó a Bayona un contingente de los marinos de la Guardia Imperial y se puso a las órdenes de Dupont. Su objetivo era ser el refresco de la armada francesa fondeada en Cádiz. Pero el ejército francés fue derrotado antes. El pueblo español se alzó contra la invasión francesa, ocurrieron los hechos del 2 de mayo, que Goya retrató en su famoso cuadro, en el que aparece representada esta Guardia Imperial. "Mucha gente cree que la primera rendición francesa fue la de Bailén, pero ocurrió un mes antes, en junio, cuando la escuadra de Rosily, que amenazaba el Arsenal de la Carraca, se rindió en la llamada batalla de la Poza de Santa Isabel", recuerda la historiadora.
Tras las capitulaciones de Andújar y la batalla de Bailén, se pactó devolver a 17.500 soldados franceses. Aquella operación tuvo mucho rechazo y fue muy complicada. No se podía hacer por tierra, pero no había barcos para tantos militares. Así que se optó por llevarlos hasta la plaza de Cádiz en un largo desfile hasta la bahía gaditana. En ese camino eran insultados y amenazados por el pueblo español, que habían conocido sus atrocidades. En ese desfile estaban los marinos de la Guardia Imperial, aunque su destino fue especialmente singular.
"Fueron pasando por pueblos de Andalucía como Lebrija. Miguel Ángel Romero ha escrito un libro muy interesante sobre la estancia de esos presos en Lebrija. Otros fueron encarcelados en un cortijo de Arcos, y los marinos de la guarida imperial acabaron en Rota", explica Lourdes Márquez Carmona. El capitán de fragata Vattier había tomado el mando del batallón de los marinos y los dirigió hacia Rota desde Lebrija. Las actas capitulares revelan, tal y como ha contado el erudito local José Antonio Martínez, que se pidió a la población que tratase "con humanidad" a estos marinos. Entre ellos estaba el capitán Grivel, cuyas memorias hablan de un castillo (el castillo de Luna) donde fueron encerrados casi todos, salvo los enfermos que fueron trasladados a una casa. Al principio, los vigilaba un destacamento del ejército español, pero fue retirado en septiembre de 1808, con lo que fueron voluntarios del pueblo los encargados de vigilarlos.
"El pueblo se acostumbró a ellos y Grivel revela que pudo hacer escarceos amorosos entre los marinos y algunas roteñas. Grivel lanza la teoría de que en su época, del siglo XIX, pudiera haber descendencia de aquella marina de la guardia imperial en Rota, y quien sabe si todavía la hay", asegura la investigadora. Posteriormente fueron llevados a los pontones o cárceles flotantes, aunque un centenar se quedó en Rota. "Se supo que algunos sabían pescar y los utilizaron para cubrir la flota pesquera de Rota. Cada dos o tres en el barco, había una decena de españoles".
Tal y como Lourdes Márquez ha contado en su libro 'Recordando un olvido', los pontones eran unas cárceles flotantes, navíos que quedaban desprovistos de todo elemento superfluo, eran fondeados y ejercían de prisiones. Cabían en cada barco entre 800 y 1000 presos. Sufrieron las duras condiciones meteorológicas, la falta de alimento, se pudieron dar casos de canibalismo... Y, en contraste, en algunos, donde se encontraban los oficiales y altos mandos, había hasta conciertos de cámara y acudían gentes de la bahía de Cádiz a disfrutarlos. Recientemente el Archivo Histórico Provincial de Cádiz ha recuperado parte de los menús que comían gracias a la conservación de la licitación del contrato de mantenimiento: vino Cathalan, especias, tocino, fideos, cabezas de carnero... Los barcos fueron fondeados entre Puerto Real y El Puerto. Lourdes Márquez, en la segunda edición de su libro, incorporó dos planos que marcan donde estaban ubicados los pontones.
Aquellas prisiones flotantes también tuvieron muchos intentos de evasión, especialmente, protagonizados por marinos de la Guardia Imperial, sin lugar a duda, debido a los conocimientos que poseían de navegación. Destacable fue la huida de Grivel, que se encontraba en el pontón Castilla, o de Vattier, que escapó en una barca de pesca, y terminó en Tánger y Conil. Le dio tiempo para participar en las labores posteriores de asedio a Cádiz. Hubo tal cantidad de presos en los pontones que hubo que llevárselos fuera. Algunos fueron llevados al nuevo barrio de San Carlos, en San Fernando, que llegó a conocerse como el pequeño París, por la intensa vida cultural en francés que dieron estos nuevos residentes. Otros acabaron más lejos, en la isla de Cabrera, donde fueron abandonados, salvo los marinos de la guardia imperial que por su grado de oficialidad acabaron de nuevo en Inglaterra. Y otros en Canarias, donde tuvieron mejor vida que los destinados en Cabrera.
De los 24.776 prisioneros militares y civiles de Cádiz, solo sobrevivieron 7.082. La tasa de mortalidad fue del 70 por ciento, según el contralmirante Remí Monaque. Muchos supervivientes acabaron en manicomios. Y otros terminaron ordenándose como sacerdotes. Pero eso es otra historia.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...