Los días de la tortilla francesa
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobre la necesidad de la ciudad de reposar y de reencontrarse consigo mismo tras el estruendo navideño
Los días de la tortilla francesa
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Sevilla
Recuerdo una denuncia periodística de hace ya unos años sobre los gastos de un dirigente público en un restaurante de Sevilla en plena cuesta de enero. El debate se centró en la idoneidad de la invitación con fondos municipales a cierto empresario, pero a mi me impresionó todavía más el menú que se jamaron en unos días de enero en los que estamos saturados.
No podemos más. O al menos una inmensa mayoría necesitamos el retorno a la rutina y quedarnos, si es posible, con el mejor recuerdo de unas pascuas que, en la práctica, duran más de un mes.
Son los días de la tortilla francesa, la mesura, el menú frugal, la tranquilidad, la vuelta a un sosiego que necesitamos tanto como la propia ciudad.
Necesitamos aparcar los turrones un tiempo, porque sobran, siempre sobran. Y ya se les hincará el diente en las noches de Feria. Necesitamos pasear por las calles sin pedir paso.
Necesitamos de alguna manera recuperar espacios y hábitos porque cada vez se aproximan más y casi se fusionan peligrosamente los tiempos extraordinarios y, por lo tanto, cada vez son menos los días que no están condicionados por alguna fiesta o evento.
Días de pollo a la plancha tras la pularda, días de postres de fruta tras el exceso de azúcar, días de agua de Emasesa, riquísima, tras tanto caldo selecto, días en que Sevilla debe parecerse a la de siempre, al menos durante un tiempo.