Rufo: "La Chana es un sentimiento de orgullo y de pertenencia enorme para los chaneros"

Granada

Rufo es una feria. Risueño y canalla, un activista de las emociones. Es una daga, punzante y eficaz; a veces atronador como un fandango de madrugada. Cantaor y futbolista, y ahora abuelo a tiempo completo.

En los últimos 34 años, José Fernández Ocaña (barrio de San Lázaro, Granada, 1955) ha formado parte del grupo de vecinos que ha transformado La Chana, el populoso barrio de Granada con identidad propia, construida como una torre de Babel, de Colomera, de Jayena, de Torrecardela, de las Albuñuelas, en aquel éxodo rural de los sesenta, con sus mil aristas, mil caras y sus posibilidades de futuro infinitas. La historia de Rufo es la historia de La Chana.

Comparte orgulloso escenario de 'La Chana para el Mundo' con Raúl Berdonés, al frente de Grupo Secuoya, el grupo de comunicación en castellano más importante del mundo; estrellas de la canción como la saga de los Arias y Lagartija Nick -para la historia queda además el gran mural de Jesús Arias en la fachada de un bloque de viviendas-; o el adn chanero del anterior alcalde de Granada, Paco Cuenca.

La Azucarera como gran proyecto futuro y transformador en marcha, y el soterramiento como gran proyecto futuro todavía en suspenso muchas pancartas y muchas manifestaciones después. "Pero creo que lo vamos a conseguir", apunta Rufo con media sonrisa pícara, recordando al líder de la Marea Amarilla, y se atreve a pronosticar un horizonte "extraordinario".

Se detiene en una foto de Enrique Morente, en los jardines Neptuno, en 1988, en un mano a mano con Camarón, y se adentra y bucea por escondrijos de su memoria que prefiere no desvelar del todo, como si abriese el cajón donde habita lo prohibido.

Regresa al barrio, al que llegó con 15 años. Se le humedecen los ojos cuando mira hacia atrás y observa una estela de pétalos de cariño en cada esquina de cada calle. "La Chana es un sentimiento de orgullo y de pertenencia enorme para los chaneros", dice recordando al chiquillo que jugaba en pantalón corto en las calles embarradas de su memoria.