¿Quién es el hombre del saco?
Firma de Opinión de la periodista Lola Jiménez, en Hoy por Hoy Córdoba
El hombre del saco. Lola Jiménez
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Córdoba
Lo que más miedo me daba del hombre del saco era tener que contar a mis padres que lo había visto. Para mi mente infantil, eso era tanto como reconocer que me había saltado la gran norma: la de no transitar por horas y lugares solitarios.
Por lo demás, no suponía ningún trauma insuperable el encontrármelo. Sin haberlo visto jamás, sabía que lo reconocería a la primera y que, una vez detectado, no me ganaría a correr.
Tener la fortuna de vivir la infancia y la adolescencia en un pueblo, uno tan bonito como Aguilar de la Frontera, me evitó el miedo a los espacios abiertos. Otra cosa era los espacios derivados de la imaginación, que me mantenían en vilo toda la noche a la espera del ataque fratricida de aquella cortina movida por el viento.
Hoy, viendo las imágenes que vemos de niños y niñas a los que les han asesinado la infancia, doy gracias a la vida por haberme regalado un sentido del miedo tan sano en esa edad en la que todo es para siempre.
Y es que hay una gran diferencia entre miedo y horror.
El miedo tiene su razón de ser desde que somos pequeños seres que se lanzan de la cuna a la cama de los padres sin mirar al suelo.
El horror ni tiene razón de ser, ni hay razón posible que lo justifique. Es miedo estancado y corrompido sin espacio para correr. Es un hombre del saco continuo, instalado en los vestuarios de un gimnasio o bajo una sotana, es un terrorista, es un mandatario internacionalmente reconocido que niega la entrada de ayuda humanitaria y es una idea de unidad incapaz de proteger la vida de inocentes.