Tato Rébora: "La Tertulia ha sido más de lo que nunca imaginé"

Granada

Videla. El exilio. Madrid. Goteborg. Una furgoneta: Granada en vacaciones. Granada para siempre. Es el periplo vital de Tato Rébora (Córdoba, Argentina, 1951), fundador de La Tertulia, espacio de resistencia y de esperanza, punto de encuentro para el fomento del pensamiento crítico como alimento de rebelión para la creatividad transformadora y reivindicativa.

Es la Granada de primeros de los años ochenta, con el blanco y negro presente como una inquietante sombra, cuando todavía se hablaba en voz baja, cuando Federico era un desconocido para la mayoría "mientras que en Buenos Aires era un mito".

Las paredes de La Tertulia, llamada así en honor a la del Rinconcillo, que compartían Lorca, Falla, y la intelectualidad de la época en el Café Alameda, hoy restaurante Chikito, rebosan instantáneas que quieren hablar, secretos contenidos en gestos, como una declamación del Alberti, un estribillo de Sabina, un verso de Luis García Montero. Se cruza un pensamiento de Morente y una lectura de Ángeles Mora. Ríe a carcajadas Mariano Maresca.

Todo sigue allí, intacto, en otra dimensión indeleble al tiempo, y todo configura un universo onírico entre la clandestinidad y el libertinaje, sin ventanas hacia afuera pero con miradores a la eternidad. En las paredes se superponen momentos apilados en emociones interminables de noches sin luna y amaneceres sin dueño.

Al fondo, en el escenario, diminuto e infinito, Tato Rébora contempla lo vivido. Acaba de llegar de Buenos Aires donde ha recibido el Gobbi de Oro por su labor de divulgación del tango como vehículo cultural y de interpretación de los tiempos. Mira al frente y su rostro dibuja una mueca cómplice y satisfecha: "La Tertulia ha sido más de lo que nunca imaginé".