La gran decepción

Córdoba

Cuántas veces he soñado con ser dueña del tiempo. Volver al pasado para traer de la mano a quienes se fueron; vislumbrar el futuro para tomar otras decisiones, o congelar el presente para vivir eternamente en la sensación de un beso deseado.

A mí me ha resultado del todo imposible, pero parece que a otras personas no les pasa. Pueden y lo hacen.

Vuelven al pasado y manosean la ilusión de un 90% de personas que votaron sí a una constitución que consolaba heridas inconsolables.

Yo aún recuerdo a mis padres, papeleta en mano, felices al pensar que sus hijas y su hijo tendrían opción a una vida en paz. Era tanta la represión que, a cambio de una rebaja del miedo, pagaron el precio de una amnistía que, vista con los ojos del presente, duele.

Padres y madres de aquella época, gracias, qué nudo intragable os tragasteis por allanarnos la vida. El tiempo lo requería y lo hicisteis, a eso se llama ser consecuente.

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Cuarenta y cinco años después, queridos padres y madres, tengo que deciros que hay quien ha perdido el don de la oportunidad. En el pasado trabajaron duro por una amnistía necesaria para la convivencia; en el presente, se adelantan a los hechos y critican una amnistía que aún no ha pasado, sin respetar los tiempos y sin mirar a largo plazo, a muy largo plazo, como hicisteis vosotros.

Muy lejos de seguir vuestro ejemplo, el pasado ha reaparecido cual veterano de guerra, arrasando contra todo lo que se mueve y lo que no se mueve, y ¿para qué?, de momento el gran logro ha sido colocar algún que otro chiste machista, amén de la gran decepción que han provocado en quienes los admirábamos por su altura de miras de otros tiempos.