Doñana, seña de identidad

Córdoba

Hay señas de identidad que nos unen como andaluces. Sin excepción, sin apenas debate.

Una de ellas es el Parque Nacional de Doñana. Forma parte de nuestro imaginario, da igual si nacimos en Adra, Montilla o Motril. Lo sentimos como nuestro patrimonio. Un espacio sagrado en el que la tierra crece libre y protegida.

Y nos enseñaron a querer Doñana desde pequeños. En los libros de texto. En las excursiones y en los documentales. El anillamiento de sus flamencos nos conectaba con nuestra naturaleza. Era el vergel cercano. La marisma reflejando el atardecer. El bosque, la playa y las dunas.

Dicen que la educación es la base del avance social. Y, desde luego, esa semilla que entró en nuestro currículo educativo consiguió su objetivo. Doñana es un órgano vital de Andalucía. Mejor dicho, es uno de sus pulmones. Y durante décadas, se ha desarrollado toda una estructura y sistema de protección que ha conseguido. Y a salvo de intereses ajenos al interés general. Con sus luces y sus sombras.

Pero el consenso se ha roto. Y este miércoles, PP y Vox votaron a favor de una proposición del ley que busca ampliar la superficie regable en el entorno de esta reserva natural. Lo hacen, aducen, para dar respuesta a unos centenares de agricultores que se quedaron fuera del llamado Plan de la Fresa de 2014, el que ordenó el regadío en el Condado de Huelva. Pero tienen en contra la posición de los científicos de Doñana, de la Comisión Europea, del gobierno central. También de una importantísima parte de la población que entiende que nuestros representantes deben saber dar soluciones, pero anteponiendo nuestros intereses generales. Es complicado, pero es su función.

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En plena sequía, con los acuíferos en mínimos y sobreexplotados, este paso supone un riesgo para un espacio que nos preocupa a todos. Aprendimos a sentir Doñana como nuestra. Por eso, el gobierno andaluz debería escuchar este rechazo con atención.